lunes, 26 de mayo de 2014

EL LOBBY FEMENINO




“Todo se trata de sexo, excepto el sexo. El sexo se trata de poder”, aseveró Oscar Wilde. La cita, que a uno le da que pensar, me sirve para crear el ambiente propicio de cara a la curiosa circunstancia que voy a relatar. Iré al grano. Entiéndase por lobby el grupo de personas organizado, de manera premeditada o espontánea, para interferir en favor de determinados intereses. De entrada lo primero que se imagina uno es el clásico grupo de empresarios reunidos en una cena o una fiesta conversando en un aparte, intercambiando informaciones y confidencias de carácter privado que puedan revestir, en algunos casos, importancia capital que los presentes tengan la oportunidad de utilizar. Nada más alejado del caso particular que me llama la atención y que hoy les voy a relatar. De un tiempo a esta parte he sido testigo del nacimiento de un grupito de damas, de edades más o menos equilibradas, cuyo punto en común es que casi en su totalidad comparten sus vidas con varones influyentes, pongamos que del campo de lo empresarial, el sector legal, los estamentos políticos, el área sanitaria, el mundo del diseño y la docencia. A raíz de un par de fiestas, una comida y otras tantas cenas las esposas, atraídas por el buen rollo generado, decidieron empezar a quedar a solas, prescindiendo de la compañía de sus maridos. Así comencé a encontrarlas compartiendo copas en torno a la misma mesa, acudiendo a presentaciones, inauguraciones e incluso, y esto fue antes de Semana Santa, organizando una escapadita de fin de semana, en plan “vamos de compras, charlamos hasta las tantas y hacemos durante dos días lo que nos da la gana”. Lo jugoso del asunto comenzó cuando, y generado por el influjo de la confianza, las camaradas comenzaron a compartir detalles privados de su vida íntima. Poco a poco se fue desvelando que si al marido de una le pone el juego de dominación, hasta el punto de haber llevado al hogar, tras un viaje a Berlín, un juego de esposas, cuero y grilletes, al otro le pierde que le llamen por un apodo concreto que va más allá de lo divertido, para adentrarse en el terreno de lo pervertido. Hay además alguno al que no le basta con las posturas habituales y lleva tiempo insistiendo a su esposa que sea… la palabra no sería flexible, mejor podríamos utilizar reversible. Me entero también de que uno de ellos da rienda suelta a sus habilidades verbales en forma de circunloquios, de tinte pornográfico,  que regala a su señora cuando se encuentran en pleno acto, y de una de las parejas que, y a modo de experiencia ocasional, decidieron celebrar su aniversario haciendo partícipe a otra dama que les acompañó por una noche en su alcoba. Mientras tanto los maridos, algunos de los cuales están metidos en varios proyectos comunes, concretan reuniones en las que debaten y analizan diferentes propuestas, tratando de mostrar la mejor parte de su faceta profesional, apostando por proyectos de envergadura, jugando sus cartas, barajando opciones y aprovechando al máximo cada una de las ocasiones. Entre ellas, me imagino, habrán acordado sin decirlo el clásico pacto de silencio mediante el cual lo que se dice en el entorno de lo femenino, queda restringido al sector masculino, de manera que toda la retahíla de informaciones escabrosas quedaría en manos de ellas en exclusiva, creando una enorme bola de incorrección invisible que les llevaría, en plena cena de parejas, a susurrarse una a otra al oído frases como “¿qué es lo que te ha preparado esta noche tu marido?” o “luego me repites esa guarrada que te dijo, me tiene fascinada”. Gracias a este ejemplo constato que, pese a que en determinadas esferas, y a nivel profesional, el dominio de los machos es todavía el que impera, son las señoras las que tienen el poder en su boca, y me refiero al  aparato bucal como órgano generador de la palabra y no como orificio, connotación mental habitual que le asignan los varones cuando, más allá de los negocios o las relaciones, dejan volar su mente, tan proclive a eso que algunos llaman vicio.

ALEGATO PRO CELIBATO



Un grupo de 26 mujeres ha escrito una carta colectiva al Papa Francisco con la intención de que revise el celibato. Esta señoras, y como detallan en la misiva, “mantiene, ha mantenido o querría mantener una relación sentimental con un sacerdote”. A sus argumentos añaden otro de peso: “El servicio a Jesús y a la comunidad sería desempeñado con mayor fuerza por un sacerdote que conjuga su sacerdocio con la vida conyugal”. Mantengamos la calma. Les pido a estas damas que se pongan en situación y se imaginen que desde el Vaticano levantan el veto y dan vía libre a su amor. Tras los dos primeros años de relación, donde efectivamente el sacerdote en cuestión, y habiendo dado rienda suelta a su contenida pasión, se tomaría su cometido con mayor gallardía y energía sabiéndose amado y esperado en su hogar, irremediablemente llegaría la implacable realidad en forma de hastío, conflictos y celos. El tema del confesionario plantearía para muchas un escollo, ¿o acaso sería de su agrado ver a su amado escuchando susurros, muchas veces escabrosos, de boca de otra mujer con esa intimidad que da la proximidad? ¿Y qué ocurriría con los WhatsApp? ¿Cómo fiarse de un marido que no conecta el dispositivo con la excusa de atender a los feligreses? En caso de conflicto conyugal también habría problemas, ¿sería oportuno acercarse al altar tras una pelea con el típico “tenemos que hablar”? Y pensando en la sexualidad, si en el momento del clímax uno de los dos se lanzara con el clásico “oh Dios mío”, ¿se interpretaría como plegaria habitual o, dado el contexto, podría elevarse a la categoría de pecado mortal? Quizás el hecho de no haber podido ir más allá en su relación prohibida les ha hecho perder la perspectiva en torno al asunto. Por ello animo a estas mujeres a plantearse su postura romántica frente a la espiritualidad desde una perspectiva de practicidad doméstica.


miércoles, 21 de mayo de 2014

LIGAR SEGURO




El modelo de ligoteo tradicional se tambalea. Descubro, a través de un estudio reciente, que una pareja que se conoce y se gusta pasa una media de 42 meses antes de lanzarse al matrimonio con un gasto aproximado en citas y escapadas de 17.000 euros. En cambio, si esa misma pareja se conociera a través de Internet, el tiempo estimado de noviazgo sería de 18 meses y el gasto de 9.000 euros. A raíz de estos datos saco varias conclusiones. 1. Las webs de contactos realizan una criba fundamental que nos puede ahorrar más de un disgusto. Si uno lee “gótico, amante de las aves, bisexual”, ya sabe a que atenerse si decide ir más allá. 2. Las personas sacan lo mejor de sí al principio, lo que puede hacer que uno se enamore del doctor Jekyll y acabe casándose con Mister Hyde. Conozco más de un caso y créanme, es un papelón. 3. Los noviazgos son caros. Un amigo me ha confesado que entre cenas, copas y cines, el polvo le sale de media a 250 euros. Un dispendio para el que tiene que invertir, así que a veces decide repetir solo para que le resulte rentable. 4. El estudio no da datos sobre qué es lo que ocurre tras la boda. Pero, y echando mano de la proporción, si la duración media de los matrimonios en España es de diez años, los que intiman de modo tradicional se pueden encontrar recién casados y ya desgastados 5. Certidumbre sexual. Una de las características de los amantes digitales es que suelen ir al grano. Lo que se traduce en que en la primera cita se dan unos besos, en la segunda se meten mano y en la siguiente llevan a cabo todas esas cositas que se les pasa por la mente. Esto evita frustraciones y ahorra a los sujetos el trago previo al acto donde solo hay un resultado posible: o das la tallas o fallas. Así, y en detrimento del romanticismo, considero que Internet es como un enorme condón sentimental que, y algunos casos, ayuda a ligar más seguro.

martes, 6 de mayo de 2014

LA MEJOR ZONA DE LA CIUDAD




Me comenta una amiga que se tiene que alquilar un piso nuevo para empezar a vivir con su novio. Convencida, me explica que está mirando en el corazón del Cabanyal, pues tiene un amigo del trabajo, un joven diseñador de barba y gafas que vive ahora por allí y, según sus propias palabras “aunque tiene vecinos gitanos y en su calle hay un poco de todo dice que es súper autentico”. Yo cuestiono la vigencia de esa autenticidad que me parece forzada y me imagino a su amigo portando su Mac, vestido con pantalón ajustado de colores y camisa de diseño, enumerando los encantos del lugar a sus visitas con la irritante naturalidad que tratan de proyectar ciertos, y los voy a calificar, creativos autenticistas: “mira, un ultramarinos, allí unos indigentes, ese perro vive en la calle y a veces les doy de comer, allí en la esquina comentan que vive un camello, esa casa está llena de okupas, también hay putas…”, visualizo explicando al joven inquilino hipster, excitado ante ese panorama tan cotidiano y real, que su mente ha exagerado, y que le hace sentirse avanzado y especial. Le doy vueltas al tema de los barrios punteros de esta ciudad y pienso, por ejemplo, en la evolución del Carmen, en su día epicentro de lo alternativo y sometido a un lavado de cara llevado a cabo sin criterio, que ha dado como resultado una suerte de escenario como de cartón piedra, un gueto guiri donde pasean y cenan los visitantes despistados, una zona souvenir. Una de las pocas cosas que se ha preservado es el Mercado Central que, gracias a la espectacularidad del edificio, y a fuerza de ofrecer servicio y calidad, se ha erigido como el templo sagrado de la zona, pese a que los sábados tiene que aguantar el peregrinaje de modernos diversos, que han descubierto en el amor por la gastronomía y en la obsesión por lo tradicional, uno de los pilares de su filosofía. En Ruzafa en cambio el proceso ha sido distinto. Las calles, arregladas con cabeza, han visto florecer numerosos locales sencillos pero decorados con gusto, que han conseguido, me imagino que de una forma consciente, crear su propio ambiente a un precio razonable, huyendo de lo estridente. Otras dos zonas de nueva creación,  Alfahuir y la Avenida de Francia, son una buena opción para aquellos que quieran parques, calles amplias y algo de ambientillo, pero no tengan grandes aspiraciones estéticas. Quién se decanta por el ensanche se va a codear con la clase media trabajadora de bien que busca continuar con la estela de sus padres. Allá por los Viveros, entre Botánico Cavanilles y Jaime Roig, hay pisos grandes y se vive muy bien sin tiendas ni pubs, rodeado tranquilidad. Es perfecto si no te importa salir a pasear y tener que conversar con tu perro. En la zona buena de la Alameda viven ¿diez? familias con solera y dicen que se casan entre ellas, preservando así sus  apellidos de ser mezclados con los del resto. Si no te importa coger el coche para ir a comprar el pan o las compresas, puedes elegir entre las numerosas urbanizaciones que rodean la ciudad. Durante todo el año podrás caminar por tu pequeño terreno, recogiendo pinocha y disfrutando del silencio. Solo. En el caso de que el presupuesto no sea un problema una buena opción es adquirir una vivienda por la zona de Colón, contratar servicio y prepararte para bajar a la calle y encontrarte a todo el mundo en plan arreglado, incluso esos días en los que sales con prisas en mallas y no te has peinado. Hay muchos que no conciben su existencia si no es cerca del río, pues lo asumen como una vía de escape, un reducto natural donde olvidar las presiones urbanas. Yo siempre digo que más importante aún que el barrio son los vecinos, pues conozco a varios que han vivido años amargados por los tacones punzantes de la chica de arriba, los ronquidos del señor de al lado, la trompeta, los jadeos, los berreos o las fiestas de verano de los compañeros de rellano. Muchos dicen que la casa de la infancia es el hogar de la vida. Así tomo la estrofa de un tango de Aníbal Troilo: “Alguien dijo una vez que yo me fui de mi barrio. ¿Cuándo? ¿Pero cuándo? Si siempre estoy llegando”

LLEGAN LOS MESES HOT



Señores y señoras, ¡queda oficialmente inaugurada la temporada más descocada de la ciudad!. El miércoles acudo tras la cena a la apertura de esa terraza inmensa y arbolada cercana al río. A través de un mensaje nos llega la información, una convocatoria que salta de WhatsApp a WhatsApp y nos hace acudir en plan legión a los que estamos en Valencia. Nada más llegar me empapo de la situación. La mayoría de mujeres luce minifalda sin medias y sandalias de tacón. Mucha espalda al aire, mucha teta y mucha cadera que se mueve al ritmo de temas pop intercalados con una especie de reggaetton. Los hombres, que lucen camisa ligera y un moreno tostado, miran a su alrededor como si se encontraran en una feria de ganado. A mi, que visto todavía de invierno, me pilla de improviso ese torrente cachondón que fluye en el ambiente. Tras un repaso pericial tomo nota mental de lo siguiente: un empresario (casado) aúlla en el oído de una chica espigada que lo escucha sonriente, una señora (también emparejada y forrada) serpentea entre dos tíos musculosos que llevan la nuca rapada y camiseta apretada. La ayudante de un abogado, con el que algunas lenguas dice que ha intimado, mira glacial para otro lado cuando éste se encuentra con su ex. Una médico atractiva se marcha ¿de la mano? con el que creo que es el marido de una de sus amigas. La hija díscola de un matrimonio de bien se pega el lote con un chico más mayor apoyada en una barra. Siento que el ambiente está en plena ebullición, como si nos encontráramos dentro de una olla a presión. Me pregunto si el incienso que flota en el ambiente no estará aderezado con alguna sustancia que penetre en nuestra mente. A los que la noche les ha pillado fuera les anticipo que los meses siguientes se plantean hot. Por ello recomiendo cuidarse, hacer los deberes en casa y salir en pareja. Que a nadie le extrañe si luego se descuida y pasa lo que pasa…