viernes, 31 de octubre de 2014

EL PODER DE LOS PECHOTES




Yo ya soy fan del pequeño Nicolás. El jovencito de mirada vivaracha y cara de empollón cuya detención ha rivalizado en nivel de atención mediática con la avalancha de casos de corrupción, tiene a medio país pendiente de sus andanzas. Poco a poco se van desvelando detalles de su corta pero intensa existencia a cada cual más sorprendente: el chalet del Viso, los escoltas, su estatus de espía, la labor de intermediación entre las altas esferas, las supuestas llamada al Rey…Luego están esas fotos con políticos, banqueros y empresarios varios, una cúpula de poder de la que, ahora que ha sido desenmascarado, parece cachondearse posando con ese gesto de “me estoy quedando contigo”. Pero Nicolás no está solo. La pieza más fascinante del caso es su íntima y musa Isabel Mateos, alias “La Pechotes”. De esta joven de belleza espectacular se sabe que lleva un tiempo trabajando como relaciones públicas en locales pijos de la capital, que estudia periodismo y, a tenor de sus fotos de Instagram, que disfruta de una animada vida social. Y poco más. El brillante Nicolás lo clavó con el apodo que le puso a su amiga, pues lo primero que llama la atención en la mayoría de instantáneas son esos pechos hipnóticos, proporcionados, bien puestos, que ella se encarga de destacar con escotes pronunciados y sostenes con relleno. El poder de esos atributos es tal que parece haber neutralizado la atención que se ha generado a su alrededor, sirviéndole de protección frente al resto. En su mirada azul parece leerse un “a partir de estas tetas no”, y aquellos que se aproximan al tema se sienten turbados por esas cúpulas, que convierten a la interesada en una especie de Afrodita poseedora de un poder desconocido. Me imagino que ella ya lo sabrá pero, al margen de que acabe la carrera, estoy segura de que esos dos pechos la van a llevar hasta donde ella quiera.

domingo, 26 de octubre de 2014

EL DESNUDO ES LO DE MENOS



El último estreno televisivo tiene todos los ingredientes para convertirse en un éxito absoluto. Estilo reality, chicos y chicas sexualmente desinhibidos, un casting que parece hecho a las seis de la mañana en una discoteca de polígono industrial y lo definitivo, el elemento clave que se define como la piedra filosofal: el desnudo, a pelo. Sin pixelados, palabra que se ha revelado como el término de moda. «No pixelan las tetas, los culos ni los rabos», comentaban unos chicos por la calle. En el transcurso de la primera entrega una de las concursantes declara a cámara refiriéndose a un compañero que «no me gustan los pelirrojos con pecas porque yo me considero pelirroja y no quiero buscar lo mismo, pero sí que me llama la atención su forma intelectual de pensar». Pese a ello, el chico le confiesa que «tú eres como la Eva del siglo XXI, que si tatuada, que si tal, más loca que un chorizo».  En una de las tertulias posteriores una abogada rubia afirma a modo de reflexión que «para desnudar el alma no hace falta desnudarse por fuera», y una periodista muy seria añade que «los indios de las tribus iban desnudos hasta que llegaron los occidentales a decirles que tenían que avergonzarse de su desnudez». En la web del programa destacan lo que definen como “perlas” e incluyen la frase de la misma chica que les cuenta a sus compañeros que «lo de Adán y Eva está en el primer fascículo de la Biblia» y el momento en el que le preguntan por la Alhambra y ella contesta, «¿la Alhambra o la alambrada?». Cuando yo era pequeña recuerdo ver en pantalla a les “Monleonetes” sujetando dos huchas a la altura de sus pechos y la Paella Rusa, con los premios ocultos bajo una langosta o un caracol. También me vienen a la cabeza las “Mama Chicho”, unas vedettes italianas que bailaban ligeras de ropa con cosas en la cabeza. En el “Un, dos, tres” salían unas azafatas sexys en maillot, con enormes gafas de pasta y escotes infinitos. Y estaba el Euro Millón, con las chicas vestidas de fiesta que sacaban la bolita y soplaban el número a cámara con tono seductor. Todo esto puede ser tachado de sexista habiendo dejado en los niños y las niñas del momento la sensación de que la mujer debe de sacar partido de su cuerpo, de que es un bonito complemento. Se trata de un tema que a ratos se vuelve candente, que nosotras tenemos instalado en algún lugar de la mente y que todas sabemos que aún no está superado. Pese a todo, lo que plantea este reality al desnudo es mucho peor y más dañino. Los personajes que pasean ante el objetivo no solo muestran su falta de pudor físico, que ya es lo de menos y que queda como reclamo fácil para curiosos, morbosos y población general. Lo grave es que desde la dirección propicien ciertos temas de conversación para demostrar lo que todos ya sabemos, que además de estar al margen de cualquier tema de cultura general algunos no saben ni hablar normal. El resultado es éxito de audiencia, “trending topic” global y un alto nivel de repercusión en diarios, tertulias y programas que han dedicado horas a analizar los detalles del asunto. Luego algunos se extrañan de que entre los videos más vistos de la red destaque uno un mono tirándose un pedo, o el de una chica que aplaude con las tetas o aquel de unos jóvenes quemándose el pelo con un mechero. Les diré a todos los que critican y se mofan con las “perlas” de los robinsones sin ropa que no se sientan superiores ni mejores. El participar de ese teatro barato, el flipar con la ignorancia ajena, les sitúa en un mismo barco. Si tienen niños en casa les aconsejo que tengan precaución con el mando de la televisión si no quieren que en dos días jueguen en los cumpleaños a “tocarse debajo del edredón”, o que un día su hija llegue y, parafraseando a una de las evas del programa, le sorprenda con un: «busco un tío con buena economía porque yo siempre he vivido muy bien…que tenga un buen coche, a poder ser Mercedes o BMW... que sea un caballero, que siempre conduzca él y que pague las cenas». Pues eso.

viernes, 24 de octubre de 2014

EX–PIACIÓN



Los que afirman que el amor verdadero es la fuerza total que mueve el mundo y que impulsa las etapas más intensas de las relaciones, es que todavía no se han cruzado con una ex cabreada. Victoria Álvarez, ex pareja de Jordi Pujol Ferrusola, es la prueba viviente del despecho. Tras cuatro años de relación la dama no solo ha sido determinante a la hora de destapar aspectos clave relacionados con las oscuras finanzas del clan catalán, sino que se ha despachado a gusto en distintos medios asegurando que no se trata de resentimiento, que no es una fresca ni una fulana y los ha tachado de mafia. Siguiendo su estela llega María José Bargalló, amante en su día del “president”, chivando a las autoridades pertinentes información denominada sensible, ayudando a tirar de la manta sobre el tema de las cuentas en paraísos fiscales y echando luz en otra serie de asuntos de esos que huelen. La jugada maestra, el estoque final, viene de la mano de Valérie Trierweiler, corneada y despreciada por el señor Hollande, que ha visto airear sus miserias en las memorias tituladas “Gracias por este momento”, un relato rabioso escrito desde un rincón solitario de textura áspera, al igual que la piel ya ajada de la periodista, y del tamaño moral de una pastilla de Prozac. En el caso de la mujer engañada y abandonada la venganza no solo se sirve fría, sino también digerida, premeditada y elaborada. Y yo me pregunto, ¿qué estarían tramando hace un par de semanas en una cafetería del centro la ex mujer de un conocido señor de bien y la reciente ex amante? A veces solo hace falta un poco de tiempo y un cambio de perspectiva para que el que en su día se convirtió en motivo de disputa se transforme en enemigo común. Adaptación para el caso del refrán de las barbas: “cuando a dos de tus ex veas confraternizar… pon en orden tus cuentas y empieza a temblar”.

viernes, 17 de octubre de 2014

DE SEXO, ENANOS Y MUERTE



En las dos últimas semanas un par de noticias de dudosa veracidad parecen haber copado la atención general, ébola, consulta soberanista y tarjetas opacas aparte. En una de ellas la protagonista es una joven de Valencia que, con un pie en el altar, decide acostarse con el boy diminuto en su despedida de soltera. Nueve meses después llega la sorpresa en forma de bebé enano siendo así descubierta su pillería. La otra tiene que ver con una orgía de ancianos que tuvo lugar en Bélgica en el transcurso de la cual acabaron diez personas en el hospital, siete de ellas muertas. Los detalles de ambas informaciones se han comentado hasta la saciedad en espacios televisivos, programas radiofónicos, cenas, reuniones…en muchos casos sacando punta al lado jocoso, pese a que los dos sucesos tienen un componente siniestro y escabroso. A mi esto me hace pensar en la absoluta y completa fascinación que sentimos los humanos por todo lo relacionado con lo sexual, una fijación tal que supera los limites convencionales del pudor y la moral y enturbia la visión objetiva que nos hace distinguir entre el bien y el mal. En nuestra cabeza se aparece ese stripper diminuto vestido con un tanga, apretando las nalgas y moviendo la cadera. Imaginamos a la chica, desmelenada en plena melopea, animada por las amigas, por la curiosidad, por el impulso irracional que solo una vez a las mil nos arrastra al lado oscuro. Luego visualizamos la bacanal geriátrica, esos cuerpos inseguros y acorchados, lanzados a una maratón de sexo grupal, un combinado de dentaduras, poco pelo, nalgas derretidas y miradas desbocadas que, para algunos de los participantes, tuvo un trágico final. O no tan trágico, pues no son pocos los que apuntan, liberando de la carga y el temor histórico que se le atribuye al desenlace vital, que morir fornicando es quizás la forma más placentera de dejar este mundo.

lunes, 13 de octubre de 2014

LA FOTO DEL WHATSAPP




Señoras y señores: las autoridades competentes advierten de que la foto que escogemos para el perfil de WhatsApp puede condicionar de manera radical nuestras relaciones con el resto. Elegir la instantánea que nos mostrará ante el  mundo en esta red de mensajería es una operación delicada que no se puede tomar a la ligera. Algunos se olvidan de que con esa imagen no sólo van a interactuar con los amigos, sino también con el resto de personas que tengan su teléfono, véase padres del cole, médicos, profesores, suegros, mecánicos, jefes, masajistas, electricistas, compañeras de paddle, chicas de la limpieza, dueños de restaurantes, peluqueros o abogados. Todos ellos verán, a la hora de contactar, esa foto en bañador enseñando cacha y chupando de un mojito o ese plano nocturno de pub levantando el pulgar y haciendo un guiño a la cámara. Sé del caso de una conocida que requirió los servicios de una empresa de desinsectación para que acudieran a su casa a fumigar. Tras contactar con un agradable chico se grabó su número de teléfono. Cuando días después este le envió un mensaje para terminar de concretar la hora, ella comprobó impactada que en la foto de perfil, que se vio tentada a aumentar, él aparecía frente a un espejo, mostrando bíceps con cara sensual a pecho descubierto y en gayumbos. La interesada, que en la suya lucía embutida en su conjunto de Pilates con escote pronunciado y sentada sacando morros, se sintió de repente como una concursante de “Gran Hermano” cuando ese tipo de nombre Raúl le escribió un «vale guapa, nos vemos mañana a las 10». Al día  siguiente, tras abrir la puerta a ese joven profesional que la repasó de arriba abajo con la mirada mientras pronunciaba un «hola, ¿qué tal?», decidió que había llegado el momento de cambiar esa imagen personal por una aséptica estampa de un paisaje otoñal.

UNA HISTORIA DE ZOMBIS


                                    


De todos los personajes que protagonizan películas y series de terror los que más me han inquietado de siempre son los zombis. Mitad muertos, mitad humanos, salvajes, en cacería constante, buscando carne fresca a la que poder transmitir el mal. Entre todas las historias de este género hay una en particular que me aterroriza. Se trata del momento en el que tras una persecución uno de los supuestamente “vivos” vuelve junto al resto. Los otros lo miran con recelo, el mismo desasosiego que siente el espectador durante esos segundos en los que es imposible saber si en realidad el recién llegado es todavía como ellos, o si ha sido infectado, quedando así privado de su alma, y por tanto convertido en un enemigo, un rival del que huir y al que combatir. De ser así él se volverá con los ojos ensangrentados realizando movimientos espasmódicos que harán salir por piernas a los humanos sanos. Ese “nadie conoce a nadie” aterrador me ha venido estos días a la cabeza a raíz de la crisis del ébola cuando, desde los medios, han realizado un croquis de los últimos días de la enfermera antes de serle diagnosticada la enfermedad. Así médicos, auxiliares, camilleros, conductores, peluqueras, marido y vecinos han empezado a desfilar por los centros de salud de la capital, poseídos por la sospecha tras haber mantenido contacto con María Teresa. Me pongo en su lugar, imagino por un momento la sensación de desconfianza generada a su alrededor, el “seguro que estás bien” seguido de esa mirada de inquietud de aquellos que los rodean motivada por el instinto natural del “sálvese quien pueda”, que lleva a los sospechosos de haber contraído el virus a la más absoluta soledad física, filosófica y vital. Dejando un momento de lado la enfermedad en sí y a todo lo relacionado con lo estrictamente médico, alrededor del asunto se ha organizado un circo que empieza en el momento en el que algunos comienzan a cuestionar la profesionalidad de una enferma de gravedad, midiendo su nivel de responsabilidad en función de si dijo o no la verdad. Luego está el asunto de los guantes cuyas conclusiones se han sacado tras hablar con la afectada que está aislada, desorientada, hipermedicada, sedada y, en el momento que escribo estas líneas, a punto de ser vencida por ese virus de origen africano. También está el asunto del perro, el ya célebre Excalibur cuya ejecución ha incendiado las redes, y que ha impulsado el nacimiento de grupos de protesta que son de la opinión de que se debería haber dejado a la mascota en observación. En un aparte dejo a la panda de descerebrados que se dedican a crear bulos falsos como la aparición de nuevos contagios o la intervención de las fuerzas militares, propagando el miedo y el desconcierto entre una población ya de por si sensibilizada e informada a salto de mata. Esto ha provocado que algunos prescindan de viajar a Madrid y que vean en el AVE el medio más rápido de contagio, planteándose incluso si seguir llevado o no a sus hijos al colegio. La vedette de este espectáculo podría ser el consejero de sanidad y su incontrolable verborrea, muy al estilo jacuzzi de Jesús Gil, que le ha hecho compartir con la población algunas perlas ya famosas como el “tengo la vida resuelta”. El coro reúne a aquellos que exigen la dimisión de la ministra señalando al gobierno con el dedo, a los que opinan que repatriar a los sacerdotes fue un error, a todos los que aprovechan para echar por tierra el funcionamiento de nuestro sistema sanitario, los que politizan, dogmatizan, criminalizan, satirizan. «Tienen razón», piensan unos. «El tema está tan politizado que es difícil hacer un análisis en limpio de la cuestión», opinan otros. Yo me pongo en el lugar de la auxiliar, pienso en esa foto despatarrada en el sofá, en sus planes para pasar la semana que le quedaba de vacaciones en su tierra que tuvo que abortar, en esa tarde que se fue a depilar después de acudir al médico, pues aún pensaba que tenia una vida normal, en las llamadas y mensajes que ha recibido desde el hospital. Me pregunto si no nos iría mejor si mostrásemos un poco más de respeto por su situación.

domingo, 5 de octubre de 2014

LA CACA Y LA VIDA



Yo he tenido perro en el pasado, en concreto dos. En ambos casos he vivido la fase de educación durante la cual tratas por todos los medios de que no se hagan sus necesidades por la casa, acotando al principio una zona con papeles de periódico y pautando luego un horario de salidas hasta que un buen día, momento que sin duda recibes con alivio, descubres que empieza a controlar y pasas a trabajar otros aspectos como la alimentación o la obediencia, para lo que tendrás que armarte de paciencia. En ese punto ya debes de haber aceptado que vas a pasar los próximos quince años de tu vida enfundándote una bolsita de plástico en la mano, agachándote cada día y recogiendo de la acera una enorme mierda caliente, palpitante y maloliente que a veces, y dependiendo del ritmo estomacal de tu mascota, sentirás como discurre entre tus dedos, como la lava de un volcán. Luego te quitaras el protector girando la cabeza y caminarás hasta la papelera más próxima, cargando con el paquetito y sintiendo el peso de esos excrementos cuya cantidad y consistencia variarán según la edad, el estado de salud o el nivel de actividad del perro. En el caso del orín la ordenanza municipal de tenencia de animales dicta, además de lo evidente, que es el hecho de que los propietarios son los responsables de los daños o acciones provocados por sus mascotas, que está prohibido que estas “hagan sus deposiciones en cualquiera de las partes de la vía pública destinadas al paso, estancia o juego de los ciudadanos”. Para ellos, reza el edicto, existen una serie de zonas habilitadas por el consistorio para tal fin y, en caso de fuerza mayor, también podrán ser utilizados los imbornales de la red de alcantarillado y los alcorques de los árboles desprovistos de enrejado. Yo creo que el asunto está claro. Aunque no se conozca la ley uno siempre puede echar mano del sentido común, algo que a veces, motivados por factores como la pereza, la despreocupación o la falta de conciencia, algunos deciden desoír porque la realidad, más allá del parco programa de limpieza del ayuntamiento, es que las calles de Valencia están plagadas de cacas y meadas de perro, un rastro que se puede ver, oler y pisar, un goteo que decora nuestro paisaje y que hay que esquivar, saltar, tratar de evitar, incluso en los barrios del centro. En el resto de la ciudad, en las zonas que no son consideradas principales, la cosa ya es criminal, lo que sumado a la falta de atención de las calles en general, más el aspecto que presentan muchas veces las zonas de contenedores, más los restos tras el fin de semana que dejan los botellones, nos da la imagen de favela.

Recuerdo el estreno de la película “Prêt-à-porter”, dirigida por Robert Altman, y su crítica feroz al mundo de la moda, a los desfiles, a los diseñadores y en general a una industria que a los ojos del realizador se presenta vacua, casi ridícula. A lo largo de la cinta, que está ambientada en el marco de la semana de la moda de París, varios de los personajes se topan con cacas de can, que quedan impregnadas a sus zapatos de marca, provocando un trastorno tan engorroso como puntual, devolviéndoles por un momento a la realidad que todo lo empaña más allá del glamour y lo distante de ese universo de lo perfecto, lo efímero y lo bello. Pienso si tal vez esas cacas con las que nosotros tenemos que lidiar sean una manera de recordarnos lo gravoso de la existencia. Que quizás esos dueños de entrada incivilizados se salten a la torera la normativa y el respeto al resto con el fin de ir un paso más allá, imponiéndonos la mierda de su mascota que no es sino el símbolo de la sociedad civilizada frente al impulso de lo natural. A partir de ahora cuando descubran a alguien tratando de huir sin recoger los restos de su amigo fiel de la acera les insto a que le den las gracias, pues ese excremento promete actuar en nuestra mente al igual que lo hace la esponjosa magdalena en el subconsciente de Proust, reforzando el poderoso vínculo con lo escatológico que nos mantiene anclados a la vida. Porque, ¿quién querría ensuciarse la mano teniendo la oportunidad de instruir y a la vez cagarse (literalmente) en el resto de la humanidad?

viernes, 3 de octubre de 2014

SECRETOS DE LUPANAR




El novio de una amiga coordinó en el pasado las obras de un local de alterne. Un día nos contó algunos detalles, a mi parecer sorprendentes, sobre el funcionamiento de este tipo de garitos y por ende, del modus operandi del hombre. Lo primero que le llamó la atención fue cuando en los planos vio una zona enjaulada con argollas en la pared. Él pensó que estaba destinada a alguna actividad relacionada con el vicio de corte sado. Al preguntar, movido por la curiosidad, el dueño le informa de que se trata de un apeadero para perros. «No son pocos los que dicen que salen a dar una vuelta con la mascota y se dejan caer por aquí. Les permitimos la entrada pero tienen que mantenerlas atadas», explica. A los pocos días descubre sorprendido que en las habitaciones, en lugar de somier, debajo del colchón hay un bloque de hormigón. Pese a que da por hecho que se trata de un tema estético decide investigar y recurre al encargado. Éste le explica que en los casos en los que han colocado camas normales estas bailaban por la habitación hasta quedarse sin patas. «Ten en cuenta que los clientes vienen en máximo estado de fogosidad, eso se traduce en una energía desmedida», le aclara con una sonrisa. Atrapado por ese universo que le es ajeno sigue indagando hasta dar con otro dato a sus ojos revelador: la hora de máxima actividad se da entre las seis y las ocho de la mañana. ¿Cómo es posible?, se interesa. «Muchos solo pueden venir antes de ir a trabajar y les toca madrugar. Vienen con el maletín en la mano, vestidos con el traje de chaqueta. Luego se tienen que volver a duchar…», le cuenta. Él, que siempre ha sido un tipo fiel y trabajador, se pregunta en voz alta como es posible que carezca de esa picaresca masculina. Su novia lo mira amorosa y le coge de la mano. Yo pienso, no sin malicia, que más que un tema de lealtad se trata en realidad de una cuestión de oportunidad.