Silvia se enfrenta a un
debate. Resulta que Fernando, el chico de cuarenta al que conoció hace un par
de meses, consigue despertarle un instinto animal, algo brutal que le
sorprende. Hasta el momento ella, cuando hablaba con amigas de sexo, se definía
a si misma como alguien normal, más bien recatada, poco dada a las florituras,
«yo soy más bien sosa», afirmaba cuando alguna de las presentes hacia mención a
alguna práctica que ella entendía por exótica. Con Nando, como él le pidió que
le llamara, era distinto. Ese chico de estatura media, mirada castaña y dientes
rectos había abierto la puerta de la selva tendiendo un puente de incorrección
que ella gustaba de recorrer peldaño a peldaño, sentada, a gatas o doblada, probando
su flexibilidad, arañando, mordiendo, lamiendo, succionando, susurrando
insinuaciones imposibles. Nando pedía y ella accedía, obediente, cegada por la
poderosa sensación de saberse osada y a la vez deseada. ¿Soy yo o es él?, se
pregunta. ¿Son mis ganas de transgredir o es que pretende moldearme,
corromperme, ir un paso más allá?, reflexiona. ¿Es la manera de doblegar a mi
propia moral, es la falda tableada del colegio, el deseo contenido, el libro de
religión, el momento de la confesión?, barrunta. Se imagina a si misma como el
personaje de una película francesa, gatuna, embriagadora y perversa. Piensa en
si es Nando o es el momento si, ya cansada de contención ha liberado a ese otro
yo o si quizá, esa Silvia bestial es en realidad ella y la otra, la recatada,
era tan solo el preludio de lo que ahora vive y de lo que vendrá a
continuación. «Creo que he perdido el tiempo», fue la idea que un día expuso a
sus amigas. El resto escucharon fascinadas su exposición acerca de la conexión
de los cuerpos y su creencia de que gozar tiene más de ciencia que de
espiritual. Ganó la parte racional. «El sexo es algo que se lleva dentro»,
concluyó.
lunes, 19 de octubre de 2015
jueves, 1 de octubre de 2015
EL TOPLESS DE NAOMI
La megatop de los noventa
Naomi Campbell vuelve estos días a la primera línea del interés mediático a
causa de una fotografía enseñando los pechos que ha subido a su cuenta de
Instagram. Pese a los miles de “me gusta” y de comentarios favorables, en torno
a la imagen se ha generado un debate sin precedentes: ¿cuándo será eliminada de
la citada red social esa foto en la que todo el protagonismo parece girar en
torno a unas tetas? El tema es que una foto parecida de Rihanna fue censurada
no hace mucho y también pasó con otra de Miley Cyrus y antes con otra de Rumer
Willis. En todos los casos estas jóvenes y guapas celebrities acompañaron la
instantánea con el hastag #freethenipple
(#liberaelpezón), un movimiento
feminista surgido en 2014 con el fin de reivindicar la igualdad entre hombres y
mujeres y de luchar contra la cosificación del cuerpo de la mujer. Y para ello
se sirven del pezón como símbolo, un atributo que debe ser mostrado, liberado,
fotografiado y paseado sin límites. Los partidarios de tal iniciativa
argumentan la permisividad que existe en los medios con las escenas de
violencia y con los anuncios de pornografía. Una comparativa que a mi no me
sale a cuenta. ¿Pezones imponiendo su ley en la orilla más sórdida de la
condición humana? Además se quieren distanciar del término topless tan asociado
a la época del destape y a la arena de Benidorm o Marbella.
Les lanzo a las ideólogas una
pregunta: ¿a quién va dirigido el mensaje? Porque si es a las mujeres la visión
de unos pechos a la mayoría nos plantea un debate estético basado en la
comparación y relacionado con el tamaño, la forma o la caída. Si es el hombre
el receptor, y me apoyo en teorías antropológicas de peso, ante tal exhibición
el varón, más allá del mensaje, del contexto y de la relevancia de la
reclamación, solo ve dos tetas. Y me dejo lo de las carretas.
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