Respirar es un acto reflejo
que consiste en la entrada de oxígeno en el cuerpo y la salida de dióxido de
carbono, un proceso constante que tenemos programado en la mente y que en la
mayoría de ocasiones realizamos de manera inconsciente. La protagonista de este
relato me cuenta que ha comenzado un curso de meditación cuya técnica se basa
en controlar el proceso de respiración, «es muy fuerte, parece sencillo pero
una vez que lo tienes presente se convierte en un arma potente. Me ayuda a
centrarme, me da poder, además es invisible y lo puedes utilizar en cualquier
lugar», revela entusiasmada ante el hallazgo. Tras hacerme una breve
demostración me cuenta que respirar es sexy, que ha empezado a conectar con los
hombres de una manera más profunda y natural. «¿En serio?», muestro algo de
incredulidad. Ella narra una experiencia reciente en la que, y me promete que
esto es verdad, mantuvo un encuentro sexual en la distancia con un desconocido.
«Me fijé en el sutil movimiento de su vientre oscilando a intervalos y noté de
manera muy precisa las subidas y bajadas de mi pecho. De repente sentí que
conectamos y visualicé el aire saliendo de mi cuerpo y penetrando en el de él,
en una línea invisible pero continua. Ese aire volvió hacia a mi cargado de
calor, cerré los ojos y me invadió una oleada
el placer que luego llegó hasta él. Ninguno se movió», me cuenta. Sorprendida
con este relato sobre sexo del más allá le pregunto si de verdad fue placentero
y si piensa que este tipo de relación puede considerarse una falta de lealtad.
Me explica que para ella se trata de otra manera de conectar más elevada, menos
adulterada y que queda fuera de la circunscripción de la vida en pareja. «¿Y no
os habéis vuelto a ver?», le interrogo. Me confiesa que se dieron el teléfono y
que ahora se mensajean por WhatsApp reduciendo, a mi parecer, todo lo expuesto
a un asunto de piel.
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Vaaale, ni para usted ni para mí. A veces SÍ lo hacen, o están en ello. Atentamente, Manuel.
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