A tenor de las recientes experiencias
de algunas conocidas llego a la conclusión de que efectivamente, aquello que
las mujeres solteras y separadas tienen mente, ya no es una historia de amor
con final de cuento, sino que muchas de ellas prefieren el placer de un
momento, una aventura, un affaire que
les haga perder la compostura. La incertidumbre generalizada y el que a cierta
edad una ya no se quiera quedar embarazada, ha llevado a las damas a una
situación de emancipación en lo relativo al corazón que hace que la historia
del príncipe azul ya a muchas les parezca un ful. Por ello conozco el caso de
varias señoras que de manera discreta y elegante, y conscientes de la libertad
que implica la soltería, se dan una alegría con lo que pillan por delante. En
concreto sé de una, separada recientemente de un próspero abogado, que hace
unos meses se ha encaprichado del profesor de spinning de su gimnasio, un chico moreno con bonita sonrisa y un
cuerpo de vicio, muy dotado para el ejercicio y según cuentan los testigos,
para satisfacer a esta dama que además de haberle cogido el gusto a cierta zona
de su pantalón, se ha enganchado a hacer ejercicio y anda preparando un
triatlón. “Se le ha ido la cabeza” –dicen algunos. “La encuentro desfasada, parece
que ya no le importe nada” –comentan otras. Pero ella, lejos de amedrentarse,
disfruta de entrenarse dentro y fuera del gimnasio en compañía de su gladiador,
con el que está viviendo, como ella misma dijo, “una historia de no amor”. La
realidad es que independientemente de la carga moral de su situación y del
futuro de la relación, a la interesada se le está quedando un cuerpazo que
corta la respiración. Como ella respondería a una conocida que le preguntó por
su situación con poco tacto: “querida, te recomiendo los deportes de contacto”.
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