Resulta que campan estos días
por la ciudad algunos varones en busca de compañía eventual. Y no me refiero a
ese tipo de amor que se paga en cash, no. El tipo de tío al que me refiero está
soltero o separado y ha pasado el invierno enlazando historias intermitentes y
toreando a aquellas mujeres que querían algo más. Es la llegada de agosto lo
que produce en él un vértigo extraño, un abismo de soledad al que no tiene
claro si se quiere enfrentar. Se imagina entonces compartiendo velero en Ibiza,
chocita en Formentera o pequeño hotel en Tarifa, destinos donde sabe que va a
poder pasear con su nueva adquisición sin tener que dar explicaciones, ni
cruzarse a los amigos de su antigua mujer, ni estar sometido al ojo escrutador
de esos que luego le van a pelar. Durante esos días dorados la parejita hará el
amor, beberá vino helado, hablará de cosas de las que nunca ha hablado, reirá y
disfrutará de esa burbuja de inconsecuencia alentada, además, por la sensación
de mareo que en esas circunstancias provoca lo que se sabe perecedero. Por ello
los que aún no han conseguido compañía se lanzan durante los últimos días de
julio a una especie de cacería que centran sobretodo en terrazas y pubs,
paseando con su coche en plena noche, acudiendo a los pocos eventos que todavía
tienen lugar… haciendo lo que sea para dar con esa chati estival. Aquellos que
no lo consigan tendrán que resignarse a acoplarse en planes de amigos o bien
tratar de volver con su última ex, esa a la que dejó en el mes de mayo pensando
que el verano se le planteaba animado. Mi consejo a estos robinsones es que
tomen nota de la fábula de la hormiga responsable y ahorradora y la cigarra
díscola y vaga pues, a la hora de la verdad, puede que la vida de la cigarra
sea más divertida, pero es la hormiga la que dispondrá de calor y de comida. ¿O
acaso alguien conoce a algún hombre al que le guste pasar hambre?
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