«Ahora ya sé como piensan los
tíos», afirma Blanca, «la clave está en separar el sexo del amor, tratarlos
como dos elementos compatibles pero perfectamente independientes. Esa es la
clave del instinto cazador del varón que se basa en la obtención de parejas
sexuales con la intención de afirmarse. Ellos no piensan que para gozar hay que
amarse», señala. Otra del grupo saca a colación una frase del guión de la
película Nymphomaniac, de Lars von Trier, en la que una joven le dice a la protagonista,
“el amor es el ingrediente secreto del sexo”, a lo que mi amiga añade, «creo que el impulso carnal sin
sentimiento tiene que ver más con el comportamiento animal que con lo vínculos
que se crean entre humanos».
Blanca habla entonces de los
mitos románticos, de la idea impuesta de noviazgo y matrimonio, de los “te
quiero”, los “te amo”, del “no soy nada sin ti”, de la fantasía de dar con esa
media naranja que te complete y junto a la que todo cobre sentido, «eso es algo
pleno y placentero que sin duda está muy bien. Pero la historia ha revelado que
un hombre puede estar enamorado de su mujer y a la vez tener sexo con otra, y
no por eso dejarla de querer. Se le llama affaire y está socialmente aceptado.
¿De verdad creéis que ellos están más preparados?, si ya está más que
demostrado que no puede hacer más de una cosa a la vez», constata. Entonces
anima al resto de las presentes a tener una aventura, «que no es lo mismo que
ser infiel, pues se puede hacer estando soltera. La idea es centrarse en lo físico
prescindiendo de la carga del compromiso. Se supone que esa liberación de la
carga emocional nos ocurre ya cumplidos los cincuenta, pero yo os animo a
adelantaros, a aprender a separar la carne del pescado, el vino del agua, lo
dulce y lo salado o, ¿acaso al hombre se le dice en algún momento de su vida
que para disfrutar en la cama hace falta estar enamorado?
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