De siempre se ha asociado la mente del hombre a lo venial,
lo “sucio”, la perversión que suele demostrar su mayor predisposición para el
asunto. Las damas en cambio parecemos más cabales, más empáticas y sensibles,
incapaces de disociar lo sentimental de lo estrictamente carnal. Por ello no
puedo ocultar mi sorpresa, cuando una vieja amistad a la que me encuentro en un
evento, me hace la siguiente pregunta: “¿Te ponen los hombres castrados?”. La
miro sin reaccionar. “¿Me estás hablando de ópera, te refieres a algún tenor?”
–intento aclarar. “Tras tres niños y
varios años de DIU y pastillas, hace un par de meses le planteé a mi
marido una alternativa: si quieres volver a hacerlo te harás la
vasectomía” –me cuenta en voz baja. “Al
principio se negó pero en vista de mi insistencia y apurado por mi repentina
inapetencia, decidió visitar a un doctor” –prosigue. Yo, cautivada, me anticipo
al inminente final. “¿Sintió dolor?, ¿Le han dejado cicatriz? –me intereso.
“Fue una sencilla intervención, igual que la recuperación. Ahora el problema
soy yo” –aclara. “¿No estarás embarazada?” –pregunto asustada. “Claro que no,
es algo mental. Aunque todo funciona igual, para mi ya no es lo mismo. Antes
bromeábamos con su miembro, le llamábamos escopeta, pistola, cañón. Ahora tengo
la sensación de que le han cambiado la munición y solo lanza fogueo.”
–confiesa. Me imagino a su pobre marido consternado, como un soldado desarmado
con ganas de disparar. “¿Y por qué, y ahora que llegan las fiestas, no lo
imaginas como un selecto champagne, una botella espumosa que en el momento de
descorchar derrama su embriagador
contenido a la máxima presión?” –le digo intentando ayudar.
Días después la encuentro en una cena y le pregunto por el
tema. “Tenías razón, ahora algunas noches tomamos Moët, otras Dom Pérignon o
bien un simple cava” –me responde brindando con complicidad. Porque, y como
varias copas más tarde me aclararía ella: la clave está en el tamaño y la
consistencia de la botella.
Nunca me había planteado la relación entre el libido y la capacidad de fecundación, claro que todo puede ser.
ResponderEliminarSigo pensándolo...
La mente nos juega malas pasadas, y tratándose de sexo el tema tiene aún más relevancia. Seguramente es algo que se termina por asimilar y se queda en anécdota.
ResponderEliminarSaludos.