En 2005 Joseph Aloisius Ratzinger
es coronado como Benedicto XVI y algunos de los primeros titulares los
protagonizan sus llamativos zapatos de piel roja, que muchos atribuyen a cierta
sofisticación, incluso a las ganas de llamar la atención, pero que en realidad
son el símbolo de la sangre de los mártires cristianos. Tres años después salta
a la palestra Lady Gaga y sus vertiginosas plataformas de diseños imposibles,
que la elevan al estatus de rareza y hacen de su caminar misión imposible.
Recién iniciado 2014 un hombre sale de un portal en París intentando pasar
desapercibido, con paso presto, el casco de la moto puesto y toda la pinta de haber
hecho algo prohibido. Un paparazzi capta el momento y una revista sensacionalista
señala con el dedo a François Hollande, el mandatario francés. La prueba
incriminatoria no es la forma de moverse, la estatura, ni la incipiente
barriga. El quid de todo el asunto está en los zapatos de piel negra, cara y
trabajada que lleva el infiel. Tras la publicación su esposa ingresa en un
hospital con una crisis de ansiedad y se comienza a hablar de Julie Gayet, la
amante, una actriz veinte años menor con ese aura algo dejada-despeinada-recién
trajinada que tienen las francesas de bien. Si el calzado del antiguo Papa
recrea cierta esencia de esnobismo y los zancos de Gaga elevan la moda al
paroxismo, ese par de mocasines pueden terminar convertidos en el símbolo de la
lujuria, de la erótica del poder, del engaño de altos vuelos entre el mandato
ejecutivo y la vedette. El presidente, al ser desenmascarado, reconoce sentirse
indignado y asegura: «los asuntos privados deben tratarse
en privado». Yo le diría que hubiese antes pensado en el calzado, pues no es el
primero que juega a ser el amante motorizado. Siempre le podrá pedir consejo a
ese otro cazador cazado.
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...por tus zapatos te reconocerán!!!! muy bueno...
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