Me entero
por un sesudo estudio de la Universidad de Seúl que el tamaño de los dedos de
la mano derecha está íntimamente relacionado con las medidas de la
masculinidad. Es decir, que si el dedo anular es más largo que el índice el
macho estará bien dotado, tirando por tierra viejas teorías sobre la forma de
la nariz o el grosor del pulgar. El tema tiene que ver con los andrógenos y la
testosterona del varón durante los meses de gestación y ha sido confirmado con
sujetos voluntarios. La noticia causa cierto revuelo entre amigas y conocidas
que se lanzan con sus propios argumentos. «Qué emoción, ya tenemos otra
motivación, gracias a esto saldremos a la calle en busca de nuestro Cristóbal
Colón» –afirma una. «Desde hoy ya no nos interesan las manos suaves y angulosas
de pianista, ahora lo que buscamos es el dedo salchicha, la espada láser, la
longaniza » – apoya otra. A partir de ese momento sufro una especie de
deformación profesional y no puedo evitar calibrar las medidas, a ojo de buen
cubero, cuando hablo con un camarero, un médico o el marido de alguna amiga.
Nosotras nos convertimos en una suerte de secta y cuando alguna detecta lo que
piensa que cree que es un buen ejemplar, lo anuncia con la adaptación de un
término fotográfico para designar esta valoración de tinte pornográfico: “gran
anular”. Me planteo que es curioso que sea precisamente el anular el dedo donde
se lleva el anillo de casado, como si al rodearlo con la alianza el hombre
quedara señalado y por lo tanto sexualmente castrado. Pienso entonces que igual
es al contrario y esa circunferencia de oro solo sea la pista de donde tenemos
que posar nuestra vista. En cualquier caso el tema del dedo a nosotras nos ha
dado para un buen rato de cachondeo. Me imagino a más de uno que, dada su
tendencia a fantasmear, se planteará en breve hacérselo alargar.
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