Hace un par de semanas Teresa ha sido protagonista de una
situación del todo desconcertante. Tras un verano en familia decide marcharse
un par de días de relax con su marido. El lugar escogido es un conocido hotel
de la costa de Alicante famoso por su completo spa y la carta de tratamientos que ofrece. Allí disfruta de la zona
de aguas y recibe algún servicio de belleza. La segunda jornada, tras una comida
en la playa, reserva un masaje especial llamado “fantasía oriental”. Tras
librarse de la ropa y ponerse el albornoz, acude al lugar indicado donde la
gentil recepcionista la conduce a una sala levemente iluminada. Allí Teresa se
tumba en la camilla y ve aparecer por la puerta una silueta de mujer. Tras un
saludo breve cierra los ojos y se sumerge en un estado de ingravidez, acentuado
por el vino de la comida, mientras los expertos dedos recorren sus miembros con
ritmo firme. Poco a poco su cuerpo se suelta. La voz de la mujer le pide que se
de la vuelta. Boca arriba, sigue el suave masaje y siente como se le eriza la
piel de la barriga. Sus piernas se tensan un segundo, intentando aplacar un
intenso escalofrío que le recorre la espalda. Eleva los brazos y se estira como
un gato, ajena por completo al tiempo y al espacio. Las manos de esa
desconocida discurren sinuosas desde los muslos, pasando por las caderas y el
abdomen para terminar ¡oh sorpresa! posadas sobre sus pechos. Ella emite un
gemido, desconcertada, cuando siente el contacto de la piel caliente. A
continuación dos leves pellizcos acentúan la dureza de la zona y los labios de
la mujer le hablan al oído: “¿Desea que continúe?”. Teresa, presa de viejos
tabús, contesta asustada un escueto “no gracias” y siente como su cuerpo es
cubierto por una suave toalla para quedar sumido de nuevo en la soledad de la
sala. Más tarde, de vuelta a casa, Teresa recuerda la experiencia y se castiga
por su exceso de decencia. Y dado el rubor que siente al rememorar la
situación, de haberlo pensado, sin duda, hubiera continuado. Una norma
científica que aquí se puede aplicar: “ante la duda de la mente, lo ideal es
optar por lo caliente”.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Verdad o ficción el relato es soberbio. Enhorabuena.
ResponderEliminarSí, es cierto. Lo caliente suele ser agradable. Al menos hasta que te quemas. Y el temor a quemarse nos lleva a una ducha de agua fría...
ResponderEliminarSaludos.