Acompaño a una amiga a una
tienda muy cara del centro donde la pieza más sencilla no baja de los trescientos.
Mi misión es opinar sobre un vestido que ha fichado para ponerse en una boda a
la que asiste su ex, más alguna invitada que le incomoda. Allí curiosea entre
los percheros un tío bien plantado, con aire distraído y ese rollo de maduro
bien vestido con un punto alternativo. «Debe de ser diseñador, arquitecto,
escritor o cirujano» –lanzamos en voz baja. Él entonces coge un bolso negro de
una conocida firma italiana y se acerca hasta la caja. «¿Este modelo lo tienes
en otro color? Es para mi hija» –le dice a la dependienta que escucha atenta la
explicación. Ella sonríe profesional. «¿Qué edad tiene?» – se interesa. «Va a
cumplir veinte» –responde él con cautela. Miro a mi amiga y señalo al
interesado discretamente con el dedo como si se tratara de la prueba del
polígrafo televisado. «Yo digo que ¡¡miente!!» –le suelto al oído. Las dos nos
partimos captando su atención. De inmediato ponemos los ojos de nuevo en el
vestido fingiendo la máxima concentración. En el probador llegamos a la
conclusión de que no tiene una hija de su edad y, si la tuviera, no le
regalaría un bolso de mil quinientos euros sin consultar. Por su forma de
actuar, creemos que la afortunada es su amante. Si pensamos en la complicidad
de la dependienta además ponemos la mano en el fuego de que no solo no es la
primera vez, sino que en la tienda conocen a la mujer. Damos por hecho que no
ha querido el negro porque le recuerda al gusto de su esposa, que debe de
rondar los cuarenta y ser aún guapa y estilosa. Nos imaginamos entonces a la
bella concubina, salvaje en plena veintena, insaciable, espontánea, divertida y
muy agradecida. Decidimos que el tío, pese a que es un cabrón y su
comportamiento es indecente, tiene un gusto excelente.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Es que no es lo mismo que te regalen una baratija de Tous, que un regalo en condiciones... es fácil olvidarse que eres la otra... :)
ResponderEliminar