En estos días de celebración
y regalos, muchas personas tienen dudas sobre qué comprar para ese familiar,
esa amiga o esa persona especial. Si el presente en cuestión es para una mujer,
les voy a dar una idea que nunca falla y que no se suele regalar, por motivos
de pudor o por un tema de confianza: un buen sujetador. Ese cobijo de los
pechos, englobado en el mundo de la lencería, tiene un sentido mucho mayor que
el del uso rutinario que se le da a la ropa interior. El sostén puede
transformar la anatomía de una dama haciéndola pasar de femenina a felina y
brutal. Al dar con el modelo adecuado, los senos no solo quedan sujetados sino
que son abrazados, esculpidos, ensalzados, presentados como caprichos divinos
en una ofrenda carnal. El delicado soporte, cuando está perfectamente
elaborado, posee un diseño y unas medidas precisas que lo acercan a una obra de
imaginería, a un proyecto de ingeniería. En la psique de la mujer la pieza
adecuada puede tener un efecto terapéutico, orgásmico, galáctico. Desde el
básico al deportivo, el escotado, el cruzado, el palabra de honor, aquel que
tiene relleno, el que recoge los pechos de manera liviana en una copa de encaje
fino, el que tiene forma de corazón y el que presenta las dos
tetas floridas como si estuvieran sujetas por un par de macetas. Abogo desde
aquí porque se instaure el día del sujetador con el fin de hacer extensivas sus
bondades y que en todas las ciudades haya una plaza del sostén. Se debería
utilizar además, cuando el tiempo lo permite, para salir a pasear, o a bailar,
cenar o votar, como pieza visible, exenta de provocación. Como regalo, y aunque
pueda parecer poco apropiado, es una apuesta segura que creará una complicidad
con la interesada y le garantizará la entrada a un club privado, aquel formado
por los amantes de la belleza tetuna, independientemente del sexo, la condición
o el parentesco.
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Precioso título, lo habría firmado el mismísimo Umbral.
ResponderEliminarAtentamente, M.