«Que por una noche seamos
todos hermanos, que por una noche los duros de corazón sean generosos, que por
una noche cenen los pobres» –comienza el guión de “Plácido”, la obra maestra
co-escrita y dirigida por el maestro Berlanga en 1961. Bajo el lema “Siente un
pobre a su mesa” el ayuntamiento de una pequeña ciudad de provincias lanza una
campaña el día de Nochebuena. Cada vez que la veo me parece más brillante,
punzante, afilada, delirante y aquí viene lo preocupante…oportuna y actual. Si
traslado la historia de manera mental al momento presente de nuestra ciudad,
imagino el carromato recorriendo Colón en cabalgata, con esos pobres helados
abalanzados sobre una paella y comiendo turrón. Los visualizo apoyados por
cientos de ciudadanos indignados, afectados por los recortes, por la debacle
del audiovisual, encendidos por el colapso estatal. A continuación la parada en
la estación para esperar a las artistas de Madrid. Allí las cámaras graban la
llegada de una Belén Esteban recauchutada, recibida por un grupo de señoras de
la alta sociedad vestidas con visón en el papel de las damas de la comisión,
recaudando fondos en un rastrillo. Visualizo a Plácido en el papel de ciudadano
común que tiene que buscarse la vida, pagar las letras, aguantar el tipo
haciendo malabares en estos días de fiesta en los que la ciudad brilla con
alegres luces y la alcantarilla bajo nuestros pies, al igual que en el resto
del año, apesta. Las casas de los pudientes que abren esa noche sus puertas a
un pobre serían el equivalente a la obra de caridad puntual, una buena acción
que sirve de expiación para limpiar la conciencia burguesa, con el fin de que
esa noche la mayoría se siente tranquila a la mesa. Pienso que Berlanga hoy
encontraría material en su tierra no para una película, sino para una saga
entera con posteriores secuelas. En la calle alguien me hace por enésima vez
una pregunta que yo no acabo de entender: «¿Te gusta la Navidad?». Yo,
inconsecuente y valiente, doy una respuesta poco apropiada para mi edad: «¡Si,
me gusta!». Las cifras confirman mi rareza: si escribes en Google «me gusta la
Navidad» aparecen cerca de cuatro millones de resultados frente a los
aplastantes casi veinte millones que aparecen al escribir «no me gusta la
Navidad». Echar de menos a los que no están, conflictos familiares o
desavenencias religiosas son los tres motivos de peso que alejan a esa mayoría del
disfrute. Quizás el problema sea que se ven abocados a la celebración convencional
y establecida no dejando ninguna opción a la imaginación. Sé de una que el año
anterior pasó la Nochebuena buceando desnuda en Tailandia y de otro que lo hizo
escalando. Conozco a una pareja que se queda en casa, ve una peli y cena pizza
y de otro que decide servir, en un comedor social, a aquellos que van a cenar. Un
joven matrimonio va a pasar esa noche en un hospital, en compañía de su hijo de
tres años que pelea con la neumonía. Otros que hace tiempo dejaron lejos a los
suyos para buscar aquí una oportunidad y se juntan para recordar. Algunos la pasan en una residencia intentando
averiguar quién ha puesto un árbol y por qué esa noche hay menú especial. Un
buen puñado tiene que trabajar conduciendo, sanando, poniendo copas o velando por
nuestra seguridad. Si nos remontamos a su origen la Navidad celebra el
nacimiento de un niño pobre, acogido entre humildes, que más tarde será el Mesías.
Cerrando el círculo me pregunto si ese pobre de la película que sentar a la
mesa no tendrá conexión con el origen humilde del Salvador, constatando que a
través del desprendimiento se consigue la riqueza interior. «La Navidad no es
un momento ni una estación, sino un estado de la mente» – dijo un pensador. Por
ello les insto a disfrutar de estos días, de la manera que se les antoje, sea
cual sea su situación. Si les es complicado siempre pueden intentar emular a
los niños y la fe que tienen en sus héroes reales de ficción: Papa Noel y los
Reyes Magos. Una fantasía que debemos intentar mantener hasta el último segundo
pues, como me dijo una niña ya grande no hace mucho: «es la mejor mentira del
mundo».
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Berlanga+Azcona=grandeza
ResponderEliminarAtentamente, M.