Cuando llegan estas fechas no
puedo evitar acordarme de todos aquellos y aquellas que se pasan el invierno
dando la tabarra con el frío y las pocas horas de luz, los que celebran en el
Facebook cada día soleado como si fuera el regalo más preciado olvidando, me imagino,
que vivimos en un enclave casi tropical, los que los cuatro días de lluvia del
año se pasan el día diciendo: “que tiempo más malo está haciendo”, de todos
aquellos a los que el otoño les parece triste y el invierno deprimente, de los
que de vez en cuando prescinden de salir o de bajar a pasear al río porque
encuentran que hace demasiado frío, a todos esos les quiero hacer llegar un
mensaje: “espero que os fundáis de calor”. Vivir todo el año pendiente de las
vacaciones no sólo genera importantes tensiones sino que llegado el momento, y
debido al exceso de expectativas, lo más seguro es que esos días de anhelado
descanso se conviertan en una cadena de decepciones. Sin olvidar que en general
la gente no tiene un duro y pese a eso se las tendrá que ingeniar para pagar
unos días en un apartamento o bien sobrevivir en la ciudad aguantando un clima infernal.
En cuanto al tema del estilo el verano queda por delante, sin ninguna duda, en
la clasificación como la estación menos elegante. En las calles todo vale y si
bien las señoras muestran el sujetador, marcan lorza y se pasean en minishorts,
ellos no se quedan atrás y lucen piratas, tirantes, sandalias y hasta la goma
del gayumbo debajo del bañador. ¿Es que nadie se ha dado cuenta de que con un
abrigo y un suéter de cuello vuelto el problema del mal gusto queda
prácticamente resuelto? Las actividades de ocio quedan marcadas según los
grados del día haciendo que a partir de junio solo se pueda estar con el aire
acondicionado en casa o junto al mar, convirtiendo el asfalto pisable en una
tortura casi insoportable. Quien sienta soledad puede probar con algo tan
heroico como usar el transporte público, subir a un autobús, y notar una
espalda mojada pegada a su brazo, una axila acariciando su rostro y el plástico
del asiento fundido con la piel. Si sales de noche deberás aguantar de manera
repetida temas de Rihanna, Soraya o Carlos Jean metiendo caña en una terraza
abarrotada servida por una camarera ligera de ropa que te cobra ocho euros por un
copón hasta arriba de hielo y limón con ginebra de garrafón. Tampoco entiendo
muy bien el tema del bronceado, porque una cosa es coger un poco de color, y
otra bien distinta es estar encendido, con un tono tostado, anaranjado, y la piel brillante. O el terreno de la
intimidad, que es cierto que uno está más fogoso, pero más por el influjo de la
temperatura brutal que por una motivación carnal. La humedad, además, te hace
sentir pegajoso, da igual que te acabes de duchar porque en menos de cinco
minutos vas a empezar a sudar, tendrás el pelo pegado y un aspecto descuidado.
Entonces hay que soportar las conversaciones de todos aquellos a los que el
invierno les parecía peor que el infierno: “caray como pega”, “lo de hoy es
poniente”, “tengo una pereza”, “a mi este calor me da dolor de cabeza”, “así es
imposible trabajar”. Luego comentarán que han pasado por el centro y han visto
colgada la ropa de invierno, que les parece una locura, que quién se la va a
probar. Después llegará septiembre, el día empezará a acortar y ellos se
volverán a quejar, “se acabó lo que se daba”, “llega el frío”, “en dos días la
calefacción”. Con el invierno volverán las caras grises y los mensajitos casi a
diario de “que bien que ha salido el sol”. Yo seguiré intentando descifrar por
qué a la gente le gusta hablar del tiempo, que en mi esquema mental es lo mismo
que hablar sobre hablar. De momento le sacaré partido a lo que hay y tomaré
helados en los Italianos, iré a algún concierto en Viveros, cenaré en la Patacona,
disfrutaré de la Filmoteca en el río, dormiré la siesta, beberé sangría, iré a
los toros, me bañaré en El Saler, aprovecharé para leer y aguantaré el tirón
como cada año hasta la llegada del otoño, cuando la ciudad recupera cierta
poética que no solo tiene que ver con la estética. Ahora toca aguantar.
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Así funciona la vida... El caso es quejarse de algo. Si no nos quejamos, no estamos vivos jajaja
ResponderEliminarSaludos.