“Me han dicho que hay una
plaga de ratas gigantes en el barrio” –me comenta una vecina. “Son largas, como
pardas, tienen dientes afilados. Cuentan además que el otro día una de ellas se
comió un bebé de gato” –asegura. “Joder, que asco” –le digo. “Yo creo que
salen de allí” –señala apuntando a una zona donde se agolpan los contenedores.
“También me han contado que hay alguien que anda envenenado a los gatos. En las últimas semanas han
aparecido varios muertos” –susurra. Aterrada, me imagino atacados por una peste
demoledora, en una estampa fatal, terminal. Luego me viene a la mente la imagen
de un asesino brutal, un gaticida empeñado en terminar con la fauna de la zona.
Sólo dos días después llaman a mi puerta y al abrir me encuentro delante de una
chica muy amable pero con un punto inquietante. Mientras se presenta estira un
brazo y me entrega un folleto en el que pone escrito en mayúsculas: desinsecte
su hogar. “¿Tienen cucarachas?” –me pregunta. “Alguna, lo normal” –respondo
desconcertada. “La ciudad está infectada” –afirma. Y me habla de otra plaga,
esta vez protagonizada por una nueva especie de cucaracha llamada Supella a la
que le gustan los ambientes secos y sacia su apetito comiendo la cola de
encuadernar los libros. “Una amenaza más para la crisis editorial creciente”
–digo riendo de mi ocurrencia. A la chica no debo parecerle nada elocuente y me
mira sin pestañear. “Me tengo que marchar. Le aconsejo que no tarde mucho en
llamar, cuando llegue el calor va a ser mucho peor” –concluye. Cierro la puerta
y me dirijo a la estantería con cierta aprensión para comprobar si ese insecto
recién llegado se ha instalado en mi biblioteca. Parece que no, no obstante
retiro a Paul Auster y a Nabokov a un lugar más seguro no sea que esos bichos
destructores compartan conmigo el gusto por los mismos autores. Impactada por
la muerte de los felinos, las cucarachas y la invasión de los roedores, me
encamino a una droguería por la zona de Algirós con la intención de hacerme con
trampas, insecticida y algún veneno mortal. Hablando con el dependiente me
pregunta en qué calle vivo. Se lo digo. “Ahí tienen mucha palmera” –afirma.
“Si, ahora están preciosas” –le digo. “Creo que este año no han fumigado y hay
bastante picudo” –me cuenta. “¿Picudo? ¿Está seguro?” –me intereso. “Ese
escarabajo es terrible, hace años que está arrasando con las palmeras de la
ciudad. Una vez que las invade es irreversible” –sentencia. De vuelta a casa me
paro un segundo a examinar las palmeras en busca de indicios del bicho y me
propongo llamar al ayuntamiento con el objetivo de que les apliquen algún tipo
de tratamiento. Paso por casa de un vecino a comentar el asunto y me cuenta
algo más: “He visto tres veces a una pareja haciendo fotos de los gatos en
plena calle. Primero pensé que eran amantes de los animales, pero al
observarlos esta mañana me he dado cuenta de que son los asesinos, de que los
matan con saña” –me cuenta mientras observa medio oculto en la cortina por la
ventana. “¿Están ahora?” –le pregunto con curiosidad. “Que va, miro a la
vecina, estoy totalmente entregado. Además, no lo podría decir con seguridad
pero creo que se ha separado, hace como un mes que a él no lo veo” –afirma.
Miro donde él y veo a una chica guapa y morena tendiendo la ropa con un ligero
vestido estival y su larga melena perfilando su rostro. Los ojos del vecino la
siguen con detalle y yo pienso que en el barrio además de ratas, cucarachas,
picudos y gatos muertos, tenemos este buitre depredador en espera de una crisis conyugal decidido a clavar sus garras en alguna dama despechada.
El resto de la semana dedico
algo de tiempo a colocar algunas trampas por la casa temiendo, cautelosa,
encontrarme con alguna de esas ratas espantosas. En tiempos turbulentos
aumentan los recelos entre especies y se instala una suerte de libertinaje
motivada, en este caso, por el calor que en estas fechas se instala en la
ciudad. La llegada del verano trastoca nuestras pulsiones y nos puede inducir a
tener extrañas reacciones. En casos de pasión o muerte, una vez más se impondrá
la ley del más fuerte.
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