“¿No
te parece que hablamos poco cuando lo hacemos?” –le dijo Susana a su marido una
noche. “No lo había pensado” –contestó él. “He leído que para mantener la
pasión es imprescindible fomentar la comunicación” – insiste ella. La cosa es
que llegado el encuentro, cuando están en plena acción, él le suelta un breve
“guapa”, y en vista de que ella sonríe y le dedica una mirada ardiente, se
lanza con varios “guapas” más en distintos momentos. “No ha estado mal, pero
esperaba algo más elaborado, más lanzado. Prueba si quieres a decir lo que
sientes” –le aconseja Susana. El fin de semana al volver de una cena comienzan
a besarse intensamente cuando él le dice en tono audible “estoy muy caliente”.
Ella asiente halagada y continua con el magreo avivada. “Estoy muy caliente”
–insiste él mientras ella le desabrocha el cinturón. “Estoy muy caliente”
–repite sin cesar. “Así no me puedo concentrar, no dejas de decir lo mismo” –lo
interrumpe ella de manera abrupta. Él se queda parado y terminan ya sin hablar.
“Mira, quizás lo que te falta es naturalidad. Te quedas bloqueado, intenta
dejarte llevar” –le explica ella paciente. Sólo dos días después, él la aborda en
la siesta ostentando la señal de una enorme excitación. “Te quiero presentar a
una amiga” –le suelta torero cogiéndose la bragueta. Susana tarda en
reaccionar. “Ahora no te hagas la remilgada, esta ya está lanzada. Me gusta tu
cara de guarra” – añade. Ella se levanta y se dirige hasta el baño ofendida.
Allí, mirándose al espejo asimila las palabras de su marido y aunque piensa que
debería sentirse ultrajada, la realidad es que está enormemente excitada. Pese
a todo se mantiene en el enfado, porque lo que a ella le gusta en realidad es
tener a su marido controlado y por encima de cualquier sensación, ostentar un
nivel constante de insatisfacción.
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Con lo fácil que es todo entre las sábanas y como nos gusta complicarlo...
ResponderEliminarBesos.