El martes de esta semana tomo
la parte central de la Gran Vía dispuesta a recorrerla para llegar hasta su
confluencia con Ruzafa en compañía de mis hijos. Tras pasar la fuente dedicada
al Marqués de Campo, aparecen ante nosotros las casetas en tono madera de la
Feria del Libro Antiguo y de Ocasión, que se mantendrá en la ciudad desde el
viernes hasta pasadas las fallas. En nuestro camino encontramos unos voluminosos
palés cubiertos por plástico negro. «¿Eso qué es?» –pregunta mi hijo. «Son
libros» –le informo. «Son juguetes» – rebate mirando curioso. «Es más o menos
lo mismo» –le digo. En ese momento un señor abre con un cúter uno de los palés
dejando al descubierto su contenido. Mi hijo observa fascinado las cubiertas de
esos volúmenes coloridos que, en este caso, esconden historias para niños,
juveniles y algo de ciencia ficción. «¡Mira, los de Barco de Vapor!» –les digo
con repentina emoción. Y descubro en el enorme montón “Fray Perico y su Borrico”,
“Asesinato en el Orient Express”, “El secreto de la arboleda”, “Pesadilla en
Winnipeg” y muchas de las historias que me llenaron la cabeza en mis años de
colegio. En otro apartado están los de “El Club de los Cinco” y saco “Los cinco
en las rocas del diablo” y “Los cinco y el tesoro de la isla”. Rememoro las vivencias
de esa pandilla de amigos que se embarcaban en peligrosas aventuras,
encontrando tesoros o persiguiendo a criminales. Pienso en que ya no se
escriben historias tan emocionantes como las de antes, que ahora en la mayoría
de los casos se afanan en transmitir una combinación de didactismo, moralismo,
igualitarismo y multiculturalismo, metido todo con palanca, que resta a los
textos credibilidad, dotándolos del halo de lo políticamente correcto y fomentando
la transmisión de valores e imposiciones, pero por cojones. En otro de los
puestos ya está casi todo preparado para el día de la apertura. Ocupando la
primera fila se encuentran alineados “La penúltima verdad”, “El fin de la
eternidad”, “La tierra permanece”, “Caminos ocultos”, “Lámpara de noche” y
“Limbo”. La oportuna selección apocalíptica me trae a la cabeza las
predicciones de hace unos años de James Lovelock, el famoso científico
ambientalista. Sus teorías vuelven a estar en la primera plana a tenor de las
condiciones climatológicas extremas que han azotado a Europa en los últimos
tiempos. Según el erudito en el año 2.030 solo podrá sobrevivir un veinte por
ciento de la población mundial. El mensaje catastrofista e irreversible, según el
doctor, viene acompañado de un bálsamo calmante pero nada esperanzador:
“disfruten mientras puedan”. Yo miro a mis hijos riendo y me planteo si la
disposición de esos libros, por algo más que una casualidad, marcará el ritmo
de ese final. El librero ordena otro grupo de ejemplares en ese momento. Me
acerco ávida para descubrir cual es ahora la combinación. En una hilera coloca
ante mis ojos “Así habló Zaratustra”. A su lado, en la siguiente pero al mismo
nivel, pone “La existencia después de la muerte”. «Joder» – me digo. El señor
se gira y continua a lo suyo dejándome sumida en una reflexión sobre el debacle
de la humanidad y por contraste, la apacible sensación que me produce el
sentirme rodeada por esa masa de libros. Trato de interpretar el significado de
ese momento y caigo en la cuenta de que por derivación, la lectura es nuestra
tabla de salvación, el pasaporte a un mundo más amplio y a una fuente de
experiencias ajenas que pueden trasladarnos a una dimensión superior. Pese a
que una parte de mi se convence de que ese viejo profesor se puede equivocar, vuelvo
sobre mis pasos y me dirijo a los libros que descansan sobre el palé. Al fin
doy con la “Guía de Supervivencia de los Cinco” y compro un ejemplar para cada
uno de mis hijos. Pues, y en caso de que ese desenlace mortal sea cierto,
quiero estar completamente segura de que ellos dos están entre los escogidos de
ese veinte por ciento. Cabe la posibilidad de que todos esos libros de ocasión,
al quedarse descolgados dejando el protagonismo a los escritos más acordes con
la tendencia de su momento, guarden en conjunto el total de sabiduría. Yo si
fuera usted me lo plantearía.
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