Yo no soy futbolera. Aún así
desde hace unos meses me llega como de lejos el ronroneo persistente sobre la
quiebra económica del Valencia, la deuda inmensa, los grupos millonarios que
pujan por el equipo, la crispación de la afición, el consejo, la fumata blanca,
la victoria de Peter Lim, el futuro del Mestalla, y así una lista interminable de datos que me llegan en forma
de noticia televisiva, titular deportivo o comentario casual procedente de mi
entorno masculino. Todo este goteo de información contribuye a alimentar el
caldo de cultivo de la circunstancia que voy a relatar a continuación. Hace ya tiempo
un grupo de madres del colegio me expone la situación: en la clase de mi hijo
de cinco años aquel que todavía no se ha interesado por el futbol corre el
peligro de quedar apartado. «Pasa sobretodo en los colegios concertados, los
que no juegan son los raros», me explican. Yo no le doy más importancia y dejo
pasar el tiempo hasta que, unos meses después, esperando en la clase de
natación, es la madre de un niño más mayor la que sale con el mismo tema, reconvertido
problema. «Mi hijo siempre ha pasado del balón. Hace un par de años me pidió
que le apuntara a baile pero su padre se negó. Tanto insistió que el curso
pasado lo consiguió y ahora va a clase de funky. Él solo junto a doce compañeras. En reyes
me pidió calentadores y unas mallas. Está encantado, pero mi marido vive
amargado», me cuenta. A partir de ese momento empiezo a fijarme que en el
río la mayoría de críos lucen botas de fútbol en colores llamativos y corren
organizados alrededor de una pelota. Yo miro a mis hijos subidos a un árbol,
luchando con una rama que hace las veces de espada. Me pregunto por qué ninguno
de los habrá manifestado su ilusión por el balón y si ese desinterés es algo
que tiene que ver con el grado de madurez, o bien si se trata de la señal
temprana de que están destinados a otro tipo de actividades menos aceptadas
como la esgrima o la danza. Pongo mi atención en algunos padres que bajan los fines
de semana e instruyen a sus hijos en las estrategias futboleras pasándose el
balón, jugando al delantero y al portero y diciendo a cada rato con los brazos
en alto: ¡goool!. A mediados de mayo surge el monotema de las actividades de
verano y, si bien yo tenia pensado el clásico cursillo de actividades al aire
libre y piscina, muchas de las madres comentan que ya han confirmado la
inscripción de sus niños en el campus de fútbol de este o de aquel famoso
jugador. Me llega además la circular del colegio para el curso siguiente donde
los puedes preapuntar a las extraescolares y leo en letras mayúsculas en un
apartado destacado: FUTBOL, INICIACIÓN. Más abajo el resto de actividades y al
final del todo la opción de “Coro”, donde desde hace dos años yo llevo a mi
hijo. Siento vértigo y me imagino a un grupo de jóvenes vigorosos y dotados regateando
y tirando con fuerza a gol, y en un aparte a siete u ocho chicos flacuchos
entonando una canción tipo folk, al ritmo de guitarra y pandereta, con camisa
de flores y el pelo recogido en una coleta. En la tele veo que David Villa ha
fichado por un equipo de Nueva York y me viene a la cabeza David Beckham y su
periplo por Los Ángeles. Reflexiono sobre los jugadores estrella que se retiran
a esas grandes ciudades y llevan vidas de actores. Pienso en si sus padres les
inculcaron el futbol desde la tierna infancia condicionando así su devenir
natural, si fueron unos escogidos o si ellos mismos nacieron con la llama
interior que le lleva a uno a consagrar su vida a algo hasta que consigue ser
el mejor. Justo cuando llego a la conclusión de que van a ser mis hijos los que
tomen las decisiones acerca de sus aficiones, llega el mayor y me dice que la
semana siguiente quiere llevar a clase un balón y que se pide para su cumpleaños
unas botas con tacos. En un primer momento lamento que quizás ese cambio le
aleje de una vida de perfecto intelectual, pero luego me viene a la cabeza el
festival de Eurovisión y Conchita, con el vestido ajustado, su barba recortada
y los zapatos de tacón, y me cuestiono si el gusto o no por el fútbol tuvo algo
que ver con su condición.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario