Ambos sexos por igual, cuando
estamos en pareja y en función del contexto, tenemos tendencia a acotar para
dejar claro al resto hasta donde se puede llegar. A esto se le llama “marcar el
terreno” y su aplicación concreta a la vida real recoge el clásico beso superficial
cuando la pareja de uno llega o se va, la palmada en el trasero de él a ella en
plan casual o el apretón de muslo furtivo de ella a él cuando alrededor el
ambiente es festivo, el sentarse en las rodillas del varón en el momento en el
que se detecta la presencia de otra dama pendón, abrazar por detrás y mordisquear
el cuello de la esposa cuando esta se contonea por la pista de baile con mirada
peligrosa, y una larga lista de movimientos, que proceden del inconsciente, y
que tienen su réplica en el mundo animal, de manera que para todos es algo
habitual. Hace poco una bella mujer comparte conmigo su pequeña estrategia de
placaje destinada a recordarle a su marido, cuando está distraído, que es ella
la que tiene el poder. «No hay nada tan efectivo como quitarte las bragas con
disimulo y metérselas en su bolsillo. Mejor si llevas falda y os encontráis en
plena cena o estáis bailando», me cuenta. Con ese sencillo gesto la interesada
no sólo consigue captar la atención de su pareja, sino que a la vez que lo
“marca” con la prenda íntima, instala en su pensamiento la imagen de esa zona
privada de su cuerpo liberada de la ropa interior, tentadoramente accesible.
«Antes de salir pulverizo las bragas con mi perfume, Trésor de Lancôme, y así
si las toca, cada vez que se acerca la mano a la boca, se multiplica el
efecto», explica. En mi opinión esta técnica posee el componente provocativo y algo
de sofisticación, al aunar en la mente el concepto de promesa, el de
imaginación y hasta un punto de advertencia. Pues, ¿podrá el marido actuar con
coherencia sabiendo lo que le ocurre a su esposa debajo del vestido?
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Imposible. Imposible pensar en otra cosa. Efectivamente, tu amiga ha dado con la táctica correcta.
ResponderEliminarSaludos.