Comentaba el otro día con amigas una noticia de reciente
aparición: “la crisis apaga la pasión”. En ella se revela, tras un sesudo
estudio, que las apreturas económicas no sólo nos traen quebraderos de cabeza
sino que instalan en nuestra cama la pereza. “A Jorge desde que está en el paro
se le levanta a duras penas” – nos confirma una de ellas. “Lo mío no es tan
radical, pero si que es cierto que con tanto pesimismo, Antonio no ha vuelto a
ser el mismo” –se suma otra. “Que sosas que sois, en mi caso es todo lo
contrario, no sabéis usar la imaginación” –dice una tercera. Y le exigimos la
correspondiente explicación. “Nuestra situación es jodida, como la de todos, yo
ahora no trabajo y la empresa de Pedro cada vez va peor” –relata. “Pasamos una
temporada de mucho bajón, y se empezó a resentir nuestra relación” –continua.
“Así que un buen día decidí que tenía que arreglar el asunto y me monté un
teatrillo en el que había un toque de queda, una amenaza mortal, y nos
enfrentábamos a nuestra última noche en la casa. Empezamos medio en broma y
terminamos metidos en el papel, yo agarrada encima de él, haciéndolo como
bestias” –explica, mientras el resto nos miramos alucinadas. “Otro día se hizo
pasar por el cobrador del gas, portador de una factura pendiente. Yo le
suplicaba que fuera clemente y le proponía arreglarlo en la cama, al estilo de
las viejas cortesanas” –prosigue. “Lo mejor fue una noche que yo llegaba con
moto y le entregaba una pizza, él no podía pagar y le obligué a trabajar, un
buen rato, en la zona de abajo” –nos cuenta. Aún soltó varias más. Nosotras nos
quedamos sin palabras ante este derroche de sexo-ficción. Pues si es verdad que
las penas con pan son menos, Silvia decidió sustituir la barra de cuarto por
todo un mundo de fantasía donde la sombra de la penuria, lejos de dejarla fría,
ha llenado su vida de alegría. Al despedirse aún nos dio un último consejo: “ A
falta ternera echad mano del conejo”.
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Eso es I+D+i y lo demás tonterías.
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