Ser espectador de algo te convierte en sujeto activo de un
proceso creativo, o un encuentro deportivo o cualquier evento lúdico-festivo
que tenga lugar en directo. La pasada semana me invitan a ver la semifinal del
Máster de Tenis que cada año tiene lugar en el Ágora. Llego puntual un poco
antes del partido y me paseo por el recinto, muy ambientado con diferentes
stands y actividades organizadas por marcas de alta joyería, coches o
champagne. Pese a que el frío ya ha hecho su aparición, las señoras se pasean
estilosas, con ropa casual ligera y gafas de sol de marca. Jovencitas
arregladas de larga melena se mueven en grupo en busca de jugadores, pues si
antes gustaban abogados o dentistas, ahora la moda se reparte entre tenistas y
futbolistas.
Entramos en la pista donde ya calientan los deportistas. En
uno de los lados David Ferrer, el chico sencillo de Javea, el favorito, el
quinto mejor del mundo, tiene el respaldo absoluto de un público que aguarda
expectante el inicio del encuentro. Frente a él Ivan Dodig, un guapo croata con
aspecto de actor francés, el ciento cinco en la lista, la revelación del
torneo. Comienzan el peloteo y enseguida detecto que aunque los espectadores
están de parte del español, las damas miran al croata, moreno de barba
desaliñada, ojillos rasgados y nariz un punto aguileña. Porque si bien el juego
de Ferrer no tiene freno, el tío del que hablamos está bastante bueno y ostenta
un saque bestial, una fuerza desmedida que lanza cañonazos incendiados y deja
entrever una potencia física inusual. Al ganar uno de los juegos Ferrer se
aproxima a la zona de palcos y le hace un gesto a una guapa rubia de bonitos
ojos verdes que le lanza un beso sonriente. “Esa es la novia, se llama Marta,
es de un pueblo de Valencia” –comentan dos chicas detrás de mío. Yo la miro y
pienso que tiene que ser emocionante poder vivir la sensación de ver a tu
pareja competir. Las de atrás siguen, “él lo pasó muy mal cuando rompió con
Yolanda, su novia de siempre…”. Me intento concentrar en el partido pero esas
dos no dejan de hacer ruido. “Yo al morenito si pierde y termina la
competición, le daría muy a gusto un premio de consolación” –continúan en voz
baja. Un señor les pide silencio y a ellas les entra la risa. Delante de mi un
chico le hace gestos a una de las imponentes azafatas de pista que mira el
encuentro con cara de aburrimiento. La madre de uno de los recogepelotas, un
rubito muy gracioso, le hace fotos desde la grada emocionada. En uno de los
recesos entra un cargo del partido del momento acompañado de su mujer. A mi
alrededor se produce un pequeño revuelo: “no sé como no les da vergüenza”,
“mira, mira, asiento en primera fila”, “la verdad es que no lo entiendo, con
todo lo que está cayendo..”. Junto a mi una señora habla en voz baja por
teléfono: “Las pechugas están en el segundo cajón, coge también patatas y tres
latas de cerveza” – reza ocultando el aparato– “Y ponte chaqueta, algo
abrigado, que ya sabes que a la mínima pillas un constipado” –añade. Las de
atrás vuelven a la carga: “ No sabía que los croatas venían tan bien servidos
¿Te has dado cuenta como marca el pantalón? –comentan entre ellas. La técnica
de Ferrer se impone y Dodig, que ha defendido su posición, termina allí el
campeonato. El guapo se marcha cabizbajo ignorando, me imagino, que para muchas
de las presentes ha hecho un fantástico trabajo.
Yo pienso que a los allí reunidos nos ha faltado un poco de
concentración, pues son tantas las distracciones que he vivido, que al final me
ha costado enterarme del partido.
El ser humano medio, independientemente de su nivel de
fervor deportivo, es incapaz de aguantar más de dos horas sentado y sin hablar,
pues es nuestra propia condición la que nos lleva a ese tipo de evasión. El
resumen final, la esencia de la experiencia, poco tiene que ver con el propio
encuentro o el resultado, sino más bien con aquello que por un motivo u otro,
no ha llamado la atención, que en la mayoría de ocasiones, suele ser aquello
que nos produce alguna clase de emoción. Esté muy orgulloso de su propia
percepción, pues es justo esa visión la que enriquece y permanece. Y tan bien
está seguir la bola por la pista como mirarle el culo al jugador, tontear con
la azafata o enviar mensajes de amor pasando de lo que ocurre a nuestro
alrededor. ¡Reivindique su libertad como espectador!.
Efectivamente, cada uno debe disfrutar los acontecimientos como mejor le parezca, porque al fin y al cabo, las experiencias son para enriquecerse uno mismo, y cada cual se enriquece como le apetece.
ResponderEliminarSaludos.
efectivamente ¡¡NATURALIDAD = AUTENTICIDAD = SALUD MENTAL/SOCIAL!!
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