He aquí una gran
contradicción: la infidelidad está de moda, al mismo nivel que lo está la
estabilidad. Coincidiendo con el boom de páginas web para infieles, donde para
entrar tienes que tener a alguien a quién engañar, resulta que en Hollywood se
pone de moda la pareja estable y con hijos, en un retorno al modelo
convencional. Y aquí el dilema: algunos no desean la separación, pero tampoco
quieren quedarse fuera de circulación. De ahí que la monogamia quede como una
convención pendiente de revisión. Conozco un matrimonio que ha decidido abrir
una puerta, levantar la veda, entrar en el terreno de lo que se conoce como
pareja abierta. Una vez al mes, y además han acordado que sea a la vez, tienen
licencia para quedar, charlar, cenar o intimar con otro. Pese a lo loco del
asunto, entre ellos han pactado una reglas que no se pueden saltar: será sólo
ese día y no más, la vuelta a casa no será después de las 6 de la madrugada, lo
ocurrido durante la velada no se hablará, pues está prohibido preguntar. En las
citas tendrán que evitar la zona del centro y escoger lugares en las afueras de
la ciudad o espacios interiores. Me dice la esposa que empezaron un año atrás
para superar una crisis. Cuenta que al principio pensaba que la cosa acabaría
mal, pero que les ha ido fenomenal. Durante el mes se comportan de manera
normal pero, y gracias al secreto compartido, han visto aumentar su
complicidad. El día D ninguno se puede enfadar ni hay lugar para el
remordimiento, pues los dos tienen la atención puesta en su propio
divertimento. «¿Y si alguno no tiene con quién quedar?» –pregunto. «No siempre
hay sexo, a veces es un cine o una cena con un ex. Lo que a mi me engancha es
la sensación de libertad» – explica. «¿Y los otros también están casados?» –me intereso. Ella entorna los ojos
y me dedica una sonrisa cómplice: «No te imaginas lo amplio que es el mercado»
– asegura.
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