En un artículo reciente sobre
el deseo carnal de la mujer leo que este disminuye con los años, si se
encuentra en pareja. ¿Y el de los hombres qué? –dirán. Lo que mengua en este
caso es la frecuencia y los niveles de satisfacción, pero no la motivación. Explica
que la excitación en el macho se activa como si fuera un botón y que para ellas
el tema es más complejo, que cada vez es como si tuvieran que componer una
jugada de ajedrez. El apogeo sensual de la dama, añade, se da a los cuarenta y
tantos y aquí la sorpresa: se ha descubierto que no es cierto que su máxima
aspiración sexual tenga que ver la reproducción. Así quedaría desterrada la
idea de que ellas prefieren la monogamia y el romanticismo y que ellos son más
de botifarra y jamón. Asegura que un potente laboratorio se encuentra
trabajando en la Lybrido, la píldora mágica femenina que promete elevar su
libido a niveles de concurso. Su lanzamiento al mercado casi se ha convertido
en un asunto de estado pues el macho, consciente del poder de este fármaco,
vive acojonado. Imagínenlo temblando, pensando que es su novia o su esposa la
que, fulminada por una repentina y artificial excitación, sucumbe a las garras
de la pasión con ese conocido con el que se cruza una noche. «No me he podido
controlar», «me he dejado llevar», «no ha significado nada», «sólo ha sido sexo,
lo nuestro es amor» – la visualiza diciendo, utilizando esas justificaciones
que durante siglos han sido patrimonio exclusivo de los varones. Al día
siguiente él recibirá unas flores en el trabajo y durante varias semanas ella
se mostrará mansa y encantadora, echándole mucho cuento al rollo del
arrepentimiento. Él se reprochará a sí mismo no haber estado más dispuesto,
pues ya se habrá dado cuenta de que lo que no se obtiene en casa, se trajina fuera
con el primero que pasa. Seguro qué a más de uno le suena esta situación y se
sabe hasta el guión.
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