Los que afirman que el amor
verdadero es la fuerza total que mueve el mundo y que impulsa las etapas más
intensas de las relaciones, es que todavía no se han cruzado con una ex
cabreada. Victoria Álvarez, ex pareja de Jordi Pujol Ferrusola, es la prueba
viviente del despecho. Tras cuatro años de relación la dama no solo ha sido
determinante a la hora de destapar aspectos clave relacionados con las oscuras
finanzas del clan catalán, sino que se ha despachado a gusto en distintos
medios asegurando que no se trata de resentimiento, que no es una fresca ni una
fulana y los ha tachado de mafia. Siguiendo su estela llega María José
Bargalló, amante en su día del “president”, chivando a las autoridades
pertinentes información denominada sensible, ayudando a tirar de la manta sobre
el tema de las cuentas en paraísos fiscales y echando luz en otra serie de
asuntos de esos que huelen. La jugada maestra, el estoque final, viene de la
mano de Valérie Trierweiler,
corneada y despreciada por el señor Hollande, que ha visto airear sus miserias
en las memorias tituladas “Gracias por este momento”, un relato rabioso escrito
desde un rincón solitario de textura áspera, al igual que la piel ya ajada de
la periodista, y del tamaño moral de una pastilla de Prozac. En el caso de la mujer
engañada y abandonada la venganza no solo se sirve fría, sino también digerida,
premeditada y elaborada. Y yo me pregunto, ¿qué estarían tramando hace un par
de semanas en una cafetería del centro la ex mujer de un conocido señor de bien
y la reciente ex amante? A veces solo hace falta un poco de tiempo y un cambio
de perspectiva para que el que en su día se convirtió en motivo de disputa se
transforme en enemigo común. Adaptación para el caso del refrán de las barbas:
“cuando a dos de tus ex veas confraternizar… pon en orden tus cuentas y empieza
a temblar”.
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