Señoras y señores: las
autoridades competentes advierten de que la foto que escogemos para el perfil
de WhatsApp puede condicionar de manera radical nuestras relaciones con el
resto. Elegir la instantánea que nos mostrará ante el mundo en esta red de mensajería es una
operación delicada que no se puede tomar a la ligera. Algunos se olvidan de que
con esa imagen no sólo van a interactuar con los amigos, sino también con el
resto de personas que tengan su teléfono, véase padres del cole, médicos,
profesores, suegros, mecánicos, jefes, masajistas, electricistas, compañeras de
paddle, chicas de la limpieza, dueños de restaurantes, peluqueros o abogados. Todos
ellos verán, a la hora de contactar, esa foto en bañador enseñando cacha y
chupando de un mojito o ese plano nocturno de pub levantando el pulgar y
haciendo un guiño a la cámara. Sé del caso de una conocida que requirió los
servicios de una empresa de desinsectación para que acudieran a su casa a
fumigar. Tras contactar con un agradable chico se grabó su número de teléfono.
Cuando días después este le envió un mensaje para terminar de concretar la hora,
ella comprobó impactada que en la foto de perfil, que se vio tentada a
aumentar, él aparecía frente a un espejo, mostrando bíceps con cara sensual a
pecho descubierto y en gayumbos. La interesada, que en la suya lucía embutida en
su conjunto de Pilates con escote pronunciado y sentada sacando morros, se
sintió de repente como una concursante de “Gran Hermano” cuando ese tipo de
nombre Raúl le escribió un «vale guapa, nos vemos mañana a las 10». Al día siguiente, tras abrir la puerta a ese joven
profesional que la repasó de arriba abajo con la mirada mientras pronunciaba un
«hola, ¿qué tal?», decidió que había llegado el momento de cambiar esa imagen personal
por una aséptica estampa de un paisaje otoñal.
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