Yo he tenido perro en el
pasado, en concreto dos. En ambos casos he vivido la fase de educación durante
la cual tratas por todos los medios de que no se hagan sus necesidades por la
casa, acotando al principio una zona con papeles de periódico y pautando luego
un horario de salidas hasta que un buen día, momento que sin duda recibes con
alivio, descubres que empieza a controlar y pasas a trabajar otros aspectos
como la alimentación o la obediencia, para lo que tendrás que armarte de
paciencia. En ese punto ya debes de haber aceptado que vas a pasar los próximos
quince años de tu vida enfundándote una bolsita de plástico en la mano,
agachándote cada día y recogiendo de la acera una enorme mierda caliente,
palpitante y maloliente que a veces, y dependiendo del ritmo estomacal de tu
mascota, sentirás como discurre entre tus dedos, como la lava de un volcán.
Luego te quitaras el protector girando la cabeza y caminarás hasta la papelera
más próxima, cargando con el paquetito y sintiendo el peso de esos excrementos cuya
cantidad y consistencia variarán según la edad, el estado de salud o el nivel
de actividad del perro. En el caso del orín la ordenanza municipal de tenencia
de animales dicta, además de lo evidente, que es el hecho de que los
propietarios son los responsables de los daños o acciones provocados por sus
mascotas, que está prohibido que estas “hagan sus deposiciones en cualquiera de
las partes de la vía pública destinadas al paso, estancia o juego de los
ciudadanos”. Para ellos, reza el edicto, existen una serie de zonas habilitadas
por el consistorio para tal fin y, en caso de fuerza mayor, también podrán ser
utilizados los imbornales de la red de alcantarillado y los alcorques de los
árboles desprovistos de enrejado. Yo creo que el asunto está claro. Aunque no
se conozca la ley uno siempre puede echar mano del sentido común, algo que a
veces, motivados por factores como la pereza, la despreocupación o la falta de
conciencia, algunos deciden desoír porque la realidad, más allá del parco programa
de limpieza del ayuntamiento, es que las calles de Valencia están plagadas de
cacas y meadas de perro, un rastro que se puede ver, oler y pisar, un goteo que
decora nuestro paisaje y que hay que esquivar, saltar, tratar de evitar,
incluso en los barrios del centro. En el resto de la ciudad, en las zonas que
no son consideradas principales, la cosa ya es criminal, lo que sumado a la
falta de atención de las calles en general, más el aspecto que presentan muchas
veces las zonas de contenedores, más los restos tras el fin de semana que dejan
los botellones, nos da la imagen de favela.
Recuerdo el estreno de la
película “Prêt-à-porter”, dirigida por Robert Altman, y su crítica feroz al
mundo de la moda, a los desfiles, a los diseñadores y en general a una
industria que a los ojos del realizador se presenta vacua, casi ridícula. A lo
largo de la cinta, que está ambientada en el marco de la semana de la moda de
París, varios de los personajes se topan con cacas de can, que quedan
impregnadas a sus zapatos de marca, provocando un trastorno tan engorroso como
puntual, devolviéndoles por un momento a la realidad que todo lo empaña más
allá del glamour y lo distante de ese universo de lo perfecto, lo efímero y lo
bello. Pienso si tal vez esas cacas con las que nosotros tenemos que lidiar
sean una manera de recordarnos lo gravoso de la existencia. Que quizás esos
dueños de entrada incivilizados se salten a la torera la normativa y el respeto
al resto con el fin de ir un paso más allá, imponiéndonos la mierda de su
mascota que no es sino el símbolo de la sociedad civilizada frente al impulso
de lo natural. A partir de ahora cuando descubran a alguien tratando de huir
sin recoger los restos de su amigo fiel de la acera les insto a que le den las
gracias, pues ese excremento promete actuar en nuestra mente al igual que lo
hace la esponjosa magdalena en el subconsciente de Proust, reforzando el
poderoso vínculo con lo escatológico que nos mantiene anclados a la vida. Porque,
¿quién querría ensuciarse la mano teniendo la oportunidad de instruir y a la
vez cagarse (literalmente) en el resto de la humanidad?
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