Muchas veces el deseo más penetrante se nos puede poner por delante
sin darnos tiempo a reaccionar. Acude por primera vez Elvira, de natural
juguetona, a la consulta del podólogo. Tras una breve espera mientras rellena
la ficha junto a una atenta enfermera, pasa con el doctor, un cincuentón
atractivo al que le expone su dolencia con fingida inocencia: “Tengo una uñita
metida en la piel, la intenté cortar y no ha hecho más que sangrar”. Le manda
el médico sentarse en una silla y Elvira, ataviada con una falda ligera, ve
como él se acuclilla sobre un taburete quedando al nivel de sus bragas. Ella le
tiende el pie y observa atenta la exploración mientras los ojos del doctor se
mueven distraídos de la uñita a la entrepierna, movidos por el impulso
abrasador de ver su ropa interior. Elvira, lejos de sentirse incómoda, deja
emerger su lado provocador y se recuesta en el asiento dejando los muslos
abiertos. El pobre señor da un respingo y su mano sale despedida echando por
tierra el instrumental. “¿Se encuentra usted bien?” –le pregunta la mala de
Elvira, que acaba de cumplir los cuarenta. “Lo siento, me debe de haber dado un
calambrazo” –explica el doctor cogiéndose el brazo. De nuevo se pone en
posición para proceder a la cura y al volverse para coger material vuelve a
posar su mirada perdida en esa zona prohibida. Elvira, consciente del influjo
que produce su presencia, se siente excitada sin más y deja caer la cabeza
hacia atrás, emitiendo un breve gemido. Él la mira cohibido, se pone de pie, y
le habla contenido: “No sé si me está tomando el pelo o se trata de una
chaladura, pero debe de ser consciente de que está poniendo la cosa muy dura”.
Ella le responde retadora: “¿Lo que dice es literal o es que esto le parece
mal?”. Él se envalentona y le suelta sin más: “Yo creo que está muy buena”. Con
esa sencilla frase, Elvira ya tuvo bastante. Pues lejos de rematar, lo que a
ella le gusta es ver su ego engordar. Como luego contaría a sus amigas: “A mi edad sentirse deseada, es casi mejor
que ser penetrada”.
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Aunque el relato sea ficticio, no puede responder mejor a la realidad.
ResponderEliminarExcelente.