viernes, 17 de mayo de 2013

CHIQUI CHIQUI TODO LO QUE PUEDAS




En una fiesta de cumpleaños reciente donde coincido con amigas de amigas, una de ellas alta, guapetona y morena, nos relata una anécdota que me resulta muy divertida. Gema, que así se llama, está casada, tiene dos niñas y un trabajo fuera de casa en el que emplea muchas horas. El poco tiempo libre que le queda lo pasa dedicada a sus hijas, ayudándolas con los deberes, acompañándolas a las extraescolares y organizando la casa. El tema es que hace cosa de un mes su marido le sorprende con una escapada de fin de semana a Roma, en un bonito hotel, para disfrutar a solas de unas mini vacaciones alejados por un par de días de las obligaciones. El viernes noche Gema llama a su madre, que se ha quedado con las niñas, para decirle que ya han llegado y preguntar como va la cosa. Tras informarle de que todo está bien, su madre hace una pausa y le dicta a su hija un consejo con voz queda: “cariño, chiqui chiqui todo lo que puedas”. Gema se queda sorprendida ante las palabras de su progenitora y responde de manera mecánica: “¿qué dices mamá?”. Con tono firme se lo aclara: “Que te dejes de piedras y museos y le saques partido a la habitación. Ponte un camisón de esos que te compras y disfruta con tu marido. Yo ahora me arrepiento de todo el tiempo que he perdido”. Gema se despide sin poder quitarse de la cabeza esas palabras reveladoras que cobran en ella una nueva dimensión y de repente, le hacen sentirse en la obligación, por mandato materno, de dar rienda suelta a una pasión desenfrenada. El domingo en el aeropuerto ella y su marido compran algunas postales del Coliseo, la Fontana y el Vaticano, lugares y monumentos que nunca llegaron a ver. Durante el vuelo de vuelta Gema pensó largo rato en su madre mientras intentaba encontrar, dolorida y agradecida, la posición adecuada en la que poderse sentar.  

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