lunes, 1 de septiembre de 2014

EN POS DE LA LEALTAD



Este verano he vivido una suerte de revelación, una clarividencia que me ha hecho darme cuenta al acudir a la playa, a las terrazas o al salir a cenar por la noche, de que el mundo está lleno de veinteañeras de piernas flacas, pecho generoso y larga melena, amazonas hipersexualizadas que tamizan su vida a través de las fotos que se realizan con sus smartphones, que acumulan un amplio bagaje en relaciones y saben como dominar a un tío y que, conscientes del poder que su edad les otorga en este momento concreto en el que la juventud parece ser el único talento capaz de desbancar al resto, se mueven con la soltura propia de emperatrices dominando el terreno con sus shorts cortados, sus ojos pintados y esa pseudomadurez que han adquirido a fuerza de chuparse series de televisión y ser testigos de las debacles amorosas de los adultos que las rodean. Hasta hace unos meses la presencia de este sector femenino no era para mi más llamativa que la existencia de niños, adolescentes o ancianos. Pero, y tras la insistencia de algunas conocidas que tratan  de señalarlas como al principal enemigo, me he tenido cuestionar algunos puntos que tienen que ver con el hecho de cumplir años, y ser mujer, y como lidiar con un sector masculino cegado por la novedad. En esta línea me viene a la cabeza la frase un amigo que, estando una noche de copas, me hace un par de referencias sobre el culo de la camarera, una morenita normalita un poco hortera. Yo enseguida salgo en defensa de su esposa y le digo, “para culo bonito el que tiene tu mujer”. A lo que él me contesta, “eso por descontando, pero este no lo he probado”. Sentencia que parece infantil por elemental pero que define a la perfección la curiosidad infinita que siente el varón hacia la hembra que le es ajena.

No hace mucho en una cena me enfrasco en una conversación con una amiga que acaba de cumplir los cincuenta. Cuando le pregunto, en plan balance, si hay algo de lo que se arrepiente o alguna cosa que piense que le ha quedado pendiente, se pasa la mano por la brillante melena y mirándome a los ojos contesta, “me gustaría haberme tirado a un par más, estoy muy contenta con mi marido, pero hace años hubiera aprovechado algunas oportunidades de haberlo sabido”.  ¿De haber sabido el qué?, me pregunto. ¿Qué el tiempo pasa?, ¿qué el cuerpo cambia?, ¿qué la pasión se desvanece?, ¿qué el deseo permanece?. En otra de las conversaciones un grupo habla de la nostalgia que sienten cuando piensan en la etapa del enamoramiento, los besos largos y eternos, las conversaciones sin fin, las miradas, la piel, lo nuevo. “Solo se vive una vez, si no le haces daño a la persona a la que tienes al lado, ¿qué hay de malo?”, se cuestiona alguien en voz alta en referencia a la posibilidad de tener un affaire puntual y clandestino. Al día siguiente desayunando observo a una pareja que debe de rondar los setenta. Ella está delgada, tiene muy buena facha, viste de manera clásica pero atractiva y tiene la piel cuidada. Él luce un impecable pelo cano, ojos claros y conserva la masculinidad y la gallardía que no hace tanto debieron de convertirle en objeto de atención femenina. Ambos se hablan con cariño y respeto y entre ellos existe una complicidad férrea, un canal de comunicación que va más allá de lo verbal y los sitúa en una dimensión superior, como si hubieran conseguido sortear toda clase de pesados obstáculos y ahora disfrutaran del remanso merecido. Me pregunto cuantas veces habrán dudado de su relación, con cuentas aventuras clandestinas habrán fantaseado o se habrán embarcado, trato de imaginar los momentos complicados, el peso implacable de la edad, de la gravedad, la partida de los hijos. Luego me fijo en otra mesa donde toman batidos unas chicas de veinte mientras comentan los detalles de la noche anterior. Trato de hacer un puente mental y lograr descifrar cuanto hay de verdad en el anhelo de lo físico y qué nivel de satisfacción es capaz de proporcionarnos el compromiso, la lealtad, el apostar por los colores de tu equipo. Me temo que para averiguarlo uno tenga que arriesgarse y disfrutar o, en el peor de los casos, equivocarse.

1 comentario:

  1. Me haz introducido en tu narración y me ha conquistado esa parejita de 70. Ahora me pregunto si han vivido juntos toda la vida, o se aman desde casi niños y hasta ahora la vida les ha dado la oportunidad de disfrutar de ese amor de manera plena. Aqui lo que importa es disfrutar del amor que no hay nada más hermoso.

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