La frase “el amor no tiene
edad” suena a tópico, a consigna animosa de libro dirigida a ese tipo de lector
que desea ampliar los límites de su optimismo vital. Esta semana se recogía en
prensa una noticia que anunciaba que se han duplicado las bodas entre mayores de
60 respecto a hace una década, con casi 8.000 enlaces de este tipo el pasado
año. Los datos del INE confirman que se trata en su mayoría de divorciados que
buscan una segunda oportunidad en el amor. Lo que también se sabe es que los
varones, y me imagino que esto no sorprende a nadie, se refugian en brazos de
damas más jóvenes y que ellas, a partir de cierta edad (y estos datos los he
obtenido a través de investigaciones a nivel particular) no volverían a casarse
ni muertas. «Lo del amor maduro que llega al final del camino es un bulo. Me
imagino apuntados a bailes de salón, comprándome ropa interior extraña,
tratando de poner nombre a algo que ya te digo que no se parece a lo que todos
entendemos por pasión», me cuenta una señora de edad. Me viene a la cabeza un
momento de la entrevista que esta semana le hizo Risto Mejide a Joaquín Sabina.
Cuando el publicista le pregunta por el sexo a los 65, el cantautor ríe a
medias y sale al paso con un «la vocación
no se pierde, pero quiero pasar de puntillas por la pregunta… faena de aliño
no, con lo que ha sido una, no», dejando patente que cuerpo y mente, a partir
de cierto momento, deciden operar cada uno por su lado. No obstante me parece
loable, y una consecuencia lógica si tenemos en cuenta el envejecimiento
generalizado de la población, que la tendencia tras divorciarse sea volver a
casarse, más allá del momento cronológico y de la falta de tono. Entonces ¿podrá
suplirse el fuego carnal por otros valores como el cariño y la comunicación? Si
preguntamos a ellos la respuesta es negativa, si preguntamos a ellas, la
mayoría confiesa que preferiría vivir con una amiga…
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario