“Doy
mi vida por una birra” – suelta el otro día una madre en medio de un parque de
bolas. “Esto sólo se puede aguantar si estás loca, o si te has bebido unas copas”
–puntualiza otra. Nos encontramos en una fiesta infantil en el sitio de moda si
mides menos de un metro y tienes tres años. Una chica jovencita nos ha obligado
a ponernos de pie y, rodeadas por un grupito de niños, gesticulamos de mala
gana al ritmo de: “soy una taza, una tetera, una cuchara,
un tenedor…”. Los pequeños bailan a su bola y se mueven de maravilla imitando
con el cuerpo las formas de la vajilla. Yo me fijo en el único padre, un chico
moreno con perilla que se mueve animado y se sabe la letra de carrerilla. Esa
entrega de inmediato me resulta anti erótica, casi patética. Lo más seguro es
que su mujer haya empleado tiempo en alentarlo, en animarlo hacia esa clase de
expansión. Me imagino que si lo viera en este momento, en plena exhibición, su
libido daría un bajón hasta más allá del subsuelo. “Que se joda, por pesada”
–pienso. La animadora se me acerca y empieza a moverse a mi lado, cadera con
cadera, en plan colega, mientras la canción sigue su evolución: “soy un
cuchillo, un plato hondo, un plato llano, un cucharón…”. Intento repasar
mentalmente cuantos cubiertos quedan por nombrar en ese tema que parece que
nunca va a terminar. Temo que la persona que ideó la letra debe de tener en su
casa un verdadero ajuar que está dispuesto a enumerar: “soy un salero tirititi,
un azucarero tirititi, una batidora tirititi, una olla express pi pi...”
Mientras seguimos dando vueltas con las piernas abiertas y los brazos en jarras,
yo intento descifrar el sentido de ese lugar al que, desde que mi hijo empezó
el colegio, no le dejan de invitar.
Los
parques de bolas infantiles son todo un mundo por explorar. Para aquel que
nunca lo haya probado que se haga la idea de un recinto cerrado con mesas en la
entrada que dan paso a una zona acotada donde se impone una enorme estructura de
redes y goma dura, como una jaula para hamsters en tamaño gigante donde varios
toboganes van a parar a enormes piscinas repletas de bolas. Allí los niños
recorren tubos, saltan y gritan en plan desmadre a razón de diez euros la
tarde. Un plan de entrada perfecto cuando hace mucho frío, o te da pereza bajar
hasta el río o simplemente, ya no los puedes aguantar y los quieres agotar. El
problema llega cuando la madre en cuestión, a la hora de montar el cumpleaños
no aclara las cosas con la gente de la organización, que en cuanto ven a tres
adultos sentados les da por el tema de la participación. Los padres de manera
estoica pasamos horas esperando, y en el peor de los casos bailando, en una
sala poco ventilada con el único consuelo de un refresco y cacahuetes. Entonces
da igual que en tu vida privada seas reservado, o distante, o que en tu trabajo
goces de un cargo importante, no importa que hace tiempo en tus años de
universidad fueras el más popular, que no dejaras de ligar, que te encante el
cine, la lectura, que tengas un gran mundo interior, o una aventura, porque una
vez que pongas el pie en ese recinto empezarás a sentirte como un ser
totalmente distinto.
Conforme
avanza la tarde van llegando más padres, los que con alguna clase de excusa,
para no quedarse, han conseguido escaquearse. Entonces se forman grupitos, unos
hablan de pie junto a la barra de la entrada, otros conversan en las sillas, o
se quedan apartados mirando la pantalla del móvil con ojos cautelosos. Se me
ocurre que igual que hay restaurantes con zona acotada para menores donde
algunos monitores los distraen para darles un respiro a sus progenitores,
debería de haber ya parques de bolas con zona para mayores, con una música tipo
pub, luces bajas y un par de camareros sirviendo copas. Y lo mismo para el
resto de actividades como la música, el idioma, los deportes, ya es hora de que
alguien ofrezca a los padres alguna alternativa para hacer de la espera una
experiencia más divertida. Me puedo imaginar el cartel promocional de alguna
fiesta: “velada de mujeres solas entre bolas”. No sí tendría sentido pero por
los menos, suena de lo más entretenido.
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