lunes, 9 de septiembre de 2013

DESAHOGO EN LA CIUDAD



Bea y Juanjo se han visto este año en la obligación de pasar el mes de agosto en Serra. Alojados en el chalet de los padres de él, comparten techo con los abuelos, dos hermanas de su marido con sus parejas y numerosos críos. El resultado es que, y debido a la forzosa distribución del espacio, deben de dormir en la habitación con sus dos hijos. Una tarde tienen que ir a Valencia a recoger unas cosas de casa. Al entrar, y pese al calor sofocante, Juanjo mira a Bea pasar por delante, con el rostro sudado y aspecto congestionado, y se lanza sobre ella como un jabato empotrándola contra la pared tras más de diez días de obligada sequía en el chalet. Pese a que su relación no atraviesa el mejor momento, ella lo recibe entregada y una hora y varios embistes después, vuelve a la urbanización relajada. A los pocos días Bea anuncia que tiene que volver a la ciudad para hacer unos recados y Juanjo, que capta de inmediato la señal, decide acompañarla para vivir en la casa otra sesión de sexo bestial. Desde ese momento, y casi a diario, la pareja alega cualquier excusa para ausentarse un par de horas de las vacaciones y lanzarse a esas sesiones que han abierto una puerta inusual en su vida matrimonial. El resto del tiempo mantienen las distancias de manera inconsciente sumergidos en el clima de cotidianeidad. Un día, a la hora de comer, Bea se lleva una sorpresa cuando, recién llegada de su revolcón clandestino, escucha de manera accidental una conversación entre la madre y la cuñada en la cocina. “¿Juanjo y Bea donde están? – pregunta la suegra. “Pues dale que te pego en Valencia” –contesta la cuñada con normalidad. Ella se detiene en silencio y vuelve a la piscina donde percibe entonces la mirada de sus dos cuñados cargada de deseo reprimido y admiración y da por hecho, con cierta satisfacción, que toda la familia comparte la información.


No hay comentarios:

Publicar un comentario