viernes, 27 de septiembre de 2013

BEBER A MORRO



Una chica que conozco me confesó el otro día que según ella, una de las cosas más sexys para los hombres es ver a una mujer bebiendo directamente de la botella. “Te pides un botellín de cerveza, te lo acercas a la boca y rodeas el cristal con los labios echando para atrás la cabeza” –me explica. Yo la miro sin saber qué decir ante lo que me parece una simpleza y sonrío. Días después me encuentro de aperitivo cuando una de la mesa se pide un quinto que agarra por la base con la mano enroscada y se lo amorra sedienta. Influenciada quizás por la teoría de mi amiga, no puedo evitar fijarme en su rostro entregado con los ojos cerrados, sus pómulos tensados y el cuello inmaculado despejado y traspasado al tragar el frío brebaje. La posición además no deja de resultarme algo altanera, con las piernas relajadas y abiertas que le dan cierta apostura barriobajera. Ella comprime contra el vidrio los labios que se humedecen y al terminar repasa sus comisuras con la lengua y atrapa con los dientes el labio inferior para atenuar, me imagino, el efecto del frío. Confirmo entonces que beber de esa manera no se trata solo de un gesto puntual, sino que puede interpretarse como la señal de una actitud vital que denota confianza, distensión y apertura. Por la noche son esas damas las que beben en la barra, enfundadas en unos vaqueros y luciendo la melena con un punto despeinada, riendo a carcajadas y proponiendo chupitos y más rondas. Sospecho que al final de la historia, una lectura psicológica resolvería el asunto con el tema del simbolismo masculino y la entrega buco-manual, reduciendo la relación botella-mujer a la falocracia establecida. En ese caso, y aunque el quinto está de moda, hay otros tamaños como el tercio, el medio o la litrona que saciarían de manera más eficiente la sed de las damas, especialmente cuando las temperaturas son calientes.

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