Ahora estoy segura de poder
decir que cuando los componentes del Dúo Dinámico escribieron la letra del famoso “el final del
verano llegó y tu partirás…”, no contaban con las extrañas sensaciones que uno
experimenta los últimos días de vacaciones y que, de vuelta a la ciudad, te
espera una realidad cruda y mucho más compleja que la de ver marchar a una
eventual pareja. Cenando en una pequeña tasca en la calle Loreto de Denia,
damos buena cuenta de una ración de sepia, pescaditos y cocas de dacsa cuando
una de las presentes decide dar vidilla al momento soltando la primera
exclusiva de la temporada otoñal en la que anuncia que un atractivo doctor,
recientemente separado de su mujer con la que además tiene un niño, se ha
puesto el mundo por montera y ha revelado su esencia verdadera paseando de la
mano por Ibiza con un joven italiano de bonito rostro y cuerpo atlético. Entre
frases de “menudo bombazo”, “a mi no me sorprende para nada” o “me han
comentado que hace tiempo que llevaban vidas separadas”, es recibida la noticia.
Otro nos informa de un caso ocurrido en Benicassim donde un señor de unos
cincuenta, gerente de una empresa familiar, ha tenido la gran disputa con su mujer
al andar tonteando con una amiga de su sobrina que acaba de cumplir la mayoría
de edad y va a iniciar este año la universidad. “Me parece increíble”, “dicen
que la niña es un cañón”, “de todas formas el siempre ha sido un poco pendón” –
comentan. El tercer suceso se da en Moraira donde una bella mujer, profesional
reputada y bien casada, ha tenido un breve pero intenso lío con un compañero de
su grupo de correr. “Ya te digo que no es la primera vez”, “yo no sé qué hizo
después del último embarazo pero se le ha quedado un tipazo”, “el pasado fin de
semana los volvieron a ver” – dejan caer. Tras la ronda de exclusivas llego a
la conclusión de que durante las vacaciones es cuando florecen las bajas y
medias pasiones y en el caso de algunos llega el momento de salir del armario,
no sólo en el sentido sexual sino en la expresión más amplia del comentario.
Cuando nos disponemos a volver empieza a llover con intensidad y tenemos que
llegar al coche, corriendo y riendo en medio de la noche, para tomar la carretera
de vuelta que aparece envuelta por una bruma densa tan solo salpicada por el
resplandor de los rayos y las luces de los faros distorsionados.
A la mañana siguiente el día
se presenta encapotado y un horizonte de nubes negras que avanzan en nuestra
dirección sirven de premonición a la gran tormenta que comienza a mediodía y se
prolonga durante el resto de la tarde. En la tele ya hablan de la gota fría y
pasamos las horas leyendo revistas en el sillón mientras los niños beben con
pajitas granizado de limón y comen bizcocho casero de yogurt, pegados a los
cristales de la ventana sin apartar los ojos de la lluvia que arrecia. El agua
se acumula en unos grandes canalones formando intermitentes cataratas que caen
de manera estrepitosa sobre el suelo provocando en ellos gritos de sorpresa. Las
lluvias de agosto, que coinciden cada año con la festividad de San Bartolomé, se
imponen en medio del calor como un telón dando paso a la vuelta a la cotidianeidad,
refrescando el ambiente y despejando nuestra mente de cara a lo que viene.
Escucho cómo mi hijo le explica a un amigo la distribución temporal del año.
“Ahora es verano, luego llega Navidad, fallas, Pascua, mi cumpleaños y otra vez
verano” –detalla punteando con el dedo en el cristal empañado. Ese resumen de
entrada simplista pero optimista, me hace reflexionar acerca del disfrute y de
cómo focalizar nuestra atención hacia aquello que nos gusta. Por ello me marco
como uno de los propósitos de la temporada que empieza hacer aquello y rodearme
de personas que, en la medida de lo posible, me hagan sentir bien. Y no olviden
que en esta época del año siempre es recomendable hacer un poco de limpieza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario