La amistad no conoce prueba
mayor que la de ser sometida a un viaje. Los avatares del trayecto, la
convivencia y la resolución de conflictos inesperados, pueden dar al traste con
nuestra paciencia y mostrarnos la cara B de los compañeros que se presentan
ante nuestros ojos de manera real y rotunda. “Después de tantos días de
apreturas, ahora que se acerca la vuelta descubro esta mañana que empiezo a ir
suelta” –informa al resto Alicia, una rubia simpaticona que se encuentra pasando
unos días con amigos en Ibiza. Los otros dan cuenta de su desayuno sin mirar
intentando ignorar el parte escatológico al que cada mañana los somete. “Lo mío
con el wáter está fuera de toda lógica. Si no es blanda es dura, deberían de
crear una ciencia que controle la consistencia” –añade ilustrando a los demás
con sus patrones fecales. Lo que me cuentan unos conocidos a su vuelta de un
crucero por Grecia al que han ido junto a otra pareja es aún peor pues la
esposa, tras la cena y con unas copas de más, se dedicaba a comentar las
peripecias sexuales de la noche anterior. “Ayer mi tigre se salió” –soltó en
una de las veladas para referirse al marido. “Estuvimos más de tres horas,
probamos alguna posturita nueva, estaba tan excitado que casi se confunde de
lado” –afirmó guiñando un ojo y pegándose una palmada en el trasero. Los otros,
testigos de la situación junto con el camarero, pasaron los días de travesía
cortados ante el torrente de sinceridad.
En otros casos es el tema de
la compra grupal el que trae los problemas. Cereales integrales, bebidas de
soja, condones o bandas para depilar se convierten en objetos de disputa al no
reunir el visto bueno colectivo. Entonces los “a mi no me gusta” o “yo no lo
voy a usar” salen a relucir iniciando una guerra de entrada banal pero cuyo
final suele resultar fatal. Lo mismo que el “fondo común”, de entrada tan
civilizado, práctico y equilibrado, puede fulminar la armonía general con solo
una salida o un aperitivo que sea disfrutado y pagado sin ser acordado entre el
resto. Las vacaciones con amigos sirven además para descubrir facetas ocultas
de la personalidad de alguno que, alejado de las presiones del trabajo y con
horas de ocio por delante, se presenta como un auténtico maniaco de la
organización. “He pensado, si os parece a todos bien, que podríamos pactar los
turnos de cocina y limpieza por parejas. A las nueve, antes de bajar a la
playa, tocarían baños, terraza y salón. A las diez se haría la comida y así a
las once sería la salida para poder volver a la piscina a las dos y estar en la
mesa a las tres” –informó Javier en el coche provocando cuchicheos y codazos
entre el grupito de padres del cole que se escapaba unos días de excursión. Ya
en el apartamento confirmó su condición de psicópata. “En la nevera he colgado
un pequeño horario para hacer más fácil el momento de las duchas dejando un tope
de veinte minutos por mañana y persona, ¿qué os parece?”–explicó a los demás
que permanecieron en silencio intentando descifrar si lo que decía era verdad
hasta que vieron por escrito el papelito.
La pesadilla de una amiga se
centró en las tetas de la hermana de su vecina, la cual que sumó a una escapada
improvisada. Desde primera hora del día la chica, que rondaba los cuarenta, se
dedicó a pasear desnuda de cintura para arriba, no sólo en la playa, sino en la
casa, desde al desayuno hasta la cena, viendo la televisión o estando en la
terraza de conversación. Aunque el viaje era de chicas, a mi amiga no le
pareció normal la presencia de esos senos a todas horas y en una de las
comidas, cuando un poco de tomate le salpicó en un pezón, no pudo reprimirse y
le dio su opinión. “Ya que no has traído sujetador por favor, tapate las tetas
con la servilleta” –le dijo con diplomacia. Por ello es importante valorar
hasta que punto creemos conocer a los amigos y conocidos antes de lanzarnos a compartir
unos días en su compañía. Y si no, recuerden este dicho: “lo que la amistad ha
unido se lo puede cargar de la noche a la mañana una escapadita de fin de
semana”.
Así es. Todos nos llevamos muy bien saliendo de fiesta y tomando unas copas, o reuniéndonos para ver un partido, pero la convivencia pone sobre la mesa todas las cartas, y muchas veces con sorpresa incluída.
ResponderEliminarSaludos.