Estos días circula por la red
la foto de una pareja teniendo sexo (¿rápido?) sobre una moto en marcha en una
carretera de Goa, en India. Ambos fueron retratados por un ciudadano ejemplar
que subió a las redes la instantánea animando a la policía a investigar el
suceso. Mientras leo la noticia se aparece en mi mente la imagen de un par de
turistas jóvenes, con ese aire desenfrenado que te da la sensación de libertad.
Lo imagino a él rollo surfero, con el pelo alborotado dorado por el sol, la
piel tostada y los brazos musculados agarrando el manillar de una moto potente,
una camisa de lino envejecida abierta, gafas de sol y glúteos marcados. Ella,
de larga melena castaña y rasgos mezclados con un punto oriental, le rodea la
cintura con unas piernas infinitas y se agarra a su vez al manillar con la
espalda estirada sobre el depósito de la moto, dejando al descubierto un pecho
turgente del tamaño ideal, arqueando la cadera en una postura flexible que a
los ojos del resto de los mortales resulta imposible. Ambos vuelan por una
carretera infinita con la piel erizada, sus cuerpos fusionados y al fondo una
puesta de sol de postal. Entonces me cae encima un cubo de agua fría. Al final
del texto del periódico digital se incluye la foto que capta el momento y me
devuelve a la realidad con la fuerza de un tortazo. En la imagen un hombre no
delgado en plena mediana edad conduce una moto de alquiler vestido con una
camiseta de publicidad y unos calcetines color carne subidos hasta la rodilla.
La mujer, dejada caer frente a él, muestra unas pantorrillas rotundas coronadas
por unos pies gigantes que se doblan a los lados. La luz es tosca, la carretera
descuidada y la postura tiene el deje semi improvisado del porno amateur. Concluyo
así, y a favor de la sofisticación mental, que en cuestiones sensuales mil
palabras bien usadas valen más que cualquier fotografía.
viernes, 27 de marzo de 2015
LA OTRA PRIMERA VEZ
Dicen que el primer beso
nunca se olvida, y lo mismo vale para esa primera vez en la que uno decide
entregarse por completo a otro e iniciarse en la senda del gozo. Luego habrá
más parejas, experiencias, desengaños, compromisos, quizá una boda, puede ser
que uno o varios hijos, y con esa nueva vida llega lo estable y fundamental
pero muchas veces previsible. En esa etapa andaba Silvia hasta que se vio
sorprendida por una crisis con el fuera quince años su marido, seguida por una
fase de separación y el divorcio definitivo. Adaptada a su nueva situación y
otra vez en el mercado Silvia conoce a Miguel, también separado. De un día para
otro ella se ve sorprendida por un intercambio de mensajes vía WhatsApp que
comienzan con un tono cordial y van subiendo de temperatura a nivel gradual
conforme avanza la confianza. Silvia, desentrenada, recibe sorprendida esos
“cada día mes gustas más”, “me pones muy caliente” o “te voy a comer entera”.
Ella le comenta a sus amigas que siente mariposas en la barriga cada vez que
está con él y que se pone a temblar si lo imagina junto a ella sin ropa.
«¿Creéis que es normal sentir esta clase de emociones ya cumplidos los
cuarenta?», les pregunta. Y les pasa a relatar su experiencia con el pulso
acelerado, la falta de apetito, el interés por la ropa interior obscena, la
precisión en la depilación, la sensación de mareo, los nervios del primer beso
y los detalles de esa noche que decidieron compartir cama. «Nos costaba hasta
hablar, fue todo muy torpe y a la vez muy bonito, no sabía qué hacer con las
manos, yo estaba cortada y él cagado. Al final hicimos lo que pudimos y no
debió de estar tan mal, porque a los pocos días repetimos», les cuenta. Las
otras suspiran, ella sonríe y la tierra sigue girando impulsada por la misma
gravedad que atrae a las personas una y otra vez. En su mano está hacer que sea
la primera.
domingo, 8 de marzo de 2015
LOS “NO AMIGOS” DE FACEBOOK
No hace mucho mi sobrina de
quince años protagoniza una escena que a mi parecer define la esencia de las
nuevas relaciones. Mirando atenta la pantalla de su smartphone le dice a su
progenitor levantando una ceja, «papá, ¿me has vuelto a pedir amistad en
Facebook? si ya te rechacé una vez…». El padre la mira sin saber qué contestar,
yo reprimo una sonrisa y pienso en que no es lo mismo la relación real que la
que se establece en una red social. Recuerdo la teoría de un amigo sobre la pertinencia
de mantener distancia virtual con aquellas tías que le interesan. Él cuenta
que, tras un tiempo de observación, ha llegado a una conclusión: hay que
separar lo que es la vida social de esa otra faceta más personal y en ocasiones
poco legal. Es decir, que una buena manera de constatar si tu pareja está
interesada en esa persona de su entorno que, por lo que sea te inquieta, sería
comprobar si la tiene de amiga en su lista de contactos de Facebook. Si la
respuesta es afirmativa todo apuntaría a una relación meramente cordial. Pero
si entre ellos no existe relación en la citada red social uno se puede empezar
a preocupar. «No lo acabo de entender», anuncia un tercero que está presente.
«La gente por lo general tiene dos facetas, la vida personal y la profesional,
ambas visibles, relativamente compatibles y que se suelen mezclar en el mundo
virtual. Hay personas que tienen una tercera parcela prohibida que reúne
compañías cuestionables, algún vicio y todo lo que tiene que ver con la
vertiente sexual prohibida. Esta es la parte que se mantiene aparte en lugares
como Facebook. En resumen, existe toda una red de alcantarillado donde se
mueven aquellos que se portan regular», sentencia. Veo entonces lo que ocurre
en las redes como una puesta en escena y a esa zona oculta como una versión más
obscena, privada e inapropiada de la vida.
INTELIGENCIA SEXUAL
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