Tras el debate a cuatro del
pasado lunes investigo en la red para saber, a día de hoy, cual es el candidato
más valorado por las damas. Albert Rivera encabeza la lista de los políticos
más atractivos con un 37% de votos. Según una conocida página de contactos el
líder de Ciudadanos seria escogido por la mayoría de señoras para tomar un café.
Pero, para aquellas que pasan del café, Pedro Sánchez es su chico. Cuando
apareció hace unos meses en el programa de Jesús Calleja haciendo rápel el
candidato socialista dejó entrever, gracias a un estratégico arnés, unos
destacados atributos que encendieron las redes con preguntas del tipo, “¿ofrece
Pedro Sánchez el mejor paquete de medidas? o ¿qué hará la oposición para marcar
más que Sánchez?. Semanas después una foto de un mitin en Palma de Mallorca que
él mismo colgó en su cuenta de Twitter avivó las llamas confirmando que el secretario
socialista representa para las votantes el mejor aparato político. Pablo
Iglesias, al que algunos medios bautizaron como “el deseado”, fue fotografiado
cuando una seguidora de Esparraguera le tocaba el culo tras un mitin. Sus fans
ven en la coleta, la perilla y la camisa remangada el aroma del sexo
intelectual y algunas afirman que el líder de Podemos tiene un “polvazo”. En el
debate Sánchez estuvo contundente y duro (no haré la broma fácil), Iglesias
relajado y cercano en plan “dejad que las damas se acerquen a mi”, Rivera se
mostró nervioso, efectivo y con ese punto riguroso pero imberbe. Soraya Sáenz
de Santamaría, a la que en las redes han apodado “La Menina” por su estatura y
constitución, ejerció de sustituta capeando el temporal con discurso tajante y gesto
entre altivo y seductor. ¿Conclusión? En política es menos importante el tamaño
que lo que esconde el bulto del pantalón. Y de eso la vicepresidenta va
sobrada.
viernes, 11 de diciembre de 2015
jueves, 10 de diciembre de 2015
DETENCIÓN EN CALIENTE
Conozco ya varios casos de
amigos fascinados con el capítulo dos de la primera temporada de la serie True
Detective. Concretamente con el que creo que es el minuto diez. Les cuento la
escena. El policía interpretado por Woody Harrelson llega agotado y con ganas
de cariño a casa de su amante, una joven atractiva protagonizada por Alexandra
Daddario. Ella va vestida con un pantalón suelto (sin bragas) y una blusa en
tono crudo de manga corta (sin sujetador), cuyos botones parecen contener la
misma presión que la presa del Embalse de la Serena en Badajoz. Él le entrega
unas esposas a modo de presente erótico y abre una botella de vino, ella se
inclina sobre la mesa para servirlo y él le baja con las dos manos parte del
pantalón dejando ver el inicio de un señor culo. Ella se gira, simula una
detención y le obliga a sentarse en el sofá, se coloca encima a horcajadas y esposa
sus muñecas a una estantería dejándolo inmovilizado de brazos. Con tono
seductor le pregunta si quiere que le lea sus derechos, él asiente tontorrón y
llega el momento en el que todos los hombres presentes, sin excepción, ponen
más atención a la pantalla que si se tratase del minuto decisivo de la final
del Mundial. Alexandra coge la camisa y la desliza de manera suave en sentido
ascendente dejando a la vista su espalda y vientre y, a continuación, dos
pechos enormes, bien formados, que parecen emerger de otro planeta copando el televisor.
En ese momento ellos, los miles de fans rendidos a esa anatomía prodigiosa, se
entregan hipnotizados a esos senos rubenianos, con un “madre mía”, un “son
perfectos” o un “no se puede estar tan buena”. A veces rebobinan o detienen la
secuencia en medio de la acción, dejando congelada la imagen de esas tetas
escultóricas e imaginando que son ellos los protagonistas de esa detención.
lunes, 2 de noviembre de 2015
MANCHARSE LAS MANOS
Carlos lee en la portada de
una revista masculina un titular, de entrada inofensivo, que le deja pensativo.
El reclamo reza: “Descubre si eres bueno en la cama”. Intrigado busca el
artículo en el interior del magazine y se encuentra con un texto tipo
perogrullo que incluye algunos consejos como “hazle sentirse deseada”, “las
prisas son malas compañías” o “el orgasmo no es el fin único del sexo”.
Continua leyendo sin mayor interés hasta que una de las sugerencias llama de
repente su atención: “hay que mancharse las manos”. El autor del documento
explica que, al contrario de lo que suele pensarse e, independientemente del calado
moral de la interesada, a la mujer le gusta el desmelene, la palabrería hot, el
ponte aquí, muerde allá, sudar, enredarse el pelo, llevarse algún cachete en el
trasero. Carlos, que es de los de “¿te puedo quitar el sujetador?”, medita
sobre sí mismo y se ve como a alguien defectuoso, poco hábil, pacato, rígido,
esmirriado y torpón. Los días siguientes se observa en el espejo mientras repite
la consigna “ensúciate las manos” y saca pecho emulando los andares de un
torero, con gesto altivo, apretando la mandíbula. Se imagina palmeando nalgas
con un “¡plas!” y arrancando botones de camisa cubierto de fango, orgulloso en
plan gallo de corral, abriendo una botella con la boca y derramando el
contenido, que discurre frío sobre el cuerpo de una dama tremendamente
atractiva que lo observa fascinada y un poco asustada. Piensa en Charo, su ex,
que mandaba como un sargento, y se plantea si quizá el motivo de la ruptura fue
esa falta de gallardía. Decide escribirle en busca de una nueva oportunidad que
le permita redimirse y lo hace en plan animal, con un mensaje que incluye las
palabras “vibrar”, “gritar”, “de rodillas”, “suelo”, “culo” y “pared”. Charo no
tarda en responder, «Carlos, ya sabes que no es una buena idea ver porno y
beber».
lunes, 19 de octubre de 2015
DEBATE INTERNO DE SEXO
Silvia se enfrenta a un
debate. Resulta que Fernando, el chico de cuarenta al que conoció hace un par
de meses, consigue despertarle un instinto animal, algo brutal que le
sorprende. Hasta el momento ella, cuando hablaba con amigas de sexo, se definía
a si misma como alguien normal, más bien recatada, poco dada a las florituras,
«yo soy más bien sosa», afirmaba cuando alguna de las presentes hacia mención a
alguna práctica que ella entendía por exótica. Con Nando, como él le pidió que
le llamara, era distinto. Ese chico de estatura media, mirada castaña y dientes
rectos había abierto la puerta de la selva tendiendo un puente de incorrección
que ella gustaba de recorrer peldaño a peldaño, sentada, a gatas o doblada, probando
su flexibilidad, arañando, mordiendo, lamiendo, succionando, susurrando
insinuaciones imposibles. Nando pedía y ella accedía, obediente, cegada por la
poderosa sensación de saberse osada y a la vez deseada. ¿Soy yo o es él?, se
pregunta. ¿Son mis ganas de transgredir o es que pretende moldearme,
corromperme, ir un paso más allá?, reflexiona. ¿Es la manera de doblegar a mi
propia moral, es la falda tableada del colegio, el deseo contenido, el libro de
religión, el momento de la confesión?, barrunta. Se imagina a si misma como el
personaje de una película francesa, gatuna, embriagadora y perversa. Piensa en
si es Nando o es el momento si, ya cansada de contención ha liberado a ese otro
yo o si quizá, esa Silvia bestial es en realidad ella y la otra, la recatada,
era tan solo el preludio de lo que ahora vive y de lo que vendrá a
continuación. «Creo que he perdido el tiempo», fue la idea que un día expuso a
sus amigas. El resto escucharon fascinadas su exposición acerca de la conexión
de los cuerpos y su creencia de que gozar tiene más de ciencia que de
espiritual. Ganó la parte racional. «El sexo es algo que se lleva dentro»,
concluyó.
jueves, 1 de octubre de 2015
EL TOPLESS DE NAOMI
La megatop de los noventa
Naomi Campbell vuelve estos días a la primera línea del interés mediático a
causa de una fotografía enseñando los pechos que ha subido a su cuenta de
Instagram. Pese a los miles de “me gusta” y de comentarios favorables, en torno
a la imagen se ha generado un debate sin precedentes: ¿cuándo será eliminada de
la citada red social esa foto en la que todo el protagonismo parece girar en
torno a unas tetas? El tema es que una foto parecida de Rihanna fue censurada
no hace mucho y también pasó con otra de Miley Cyrus y antes con otra de Rumer
Willis. En todos los casos estas jóvenes y guapas celebrities acompañaron la
instantánea con el hastag #freethenipple
(#liberaelpezón), un movimiento
feminista surgido en 2014 con el fin de reivindicar la igualdad entre hombres y
mujeres y de luchar contra la cosificación del cuerpo de la mujer. Y para ello
se sirven del pezón como símbolo, un atributo que debe ser mostrado, liberado,
fotografiado y paseado sin límites. Los partidarios de tal iniciativa
argumentan la permisividad que existe en los medios con las escenas de
violencia y con los anuncios de pornografía. Una comparativa que a mi no me
sale a cuenta. ¿Pezones imponiendo su ley en la orilla más sórdida de la
condición humana? Además se quieren distanciar del término topless tan asociado
a la época del destape y a la arena de Benidorm o Marbella.
Les lanzo a las ideólogas una
pregunta: ¿a quién va dirigido el mensaje? Porque si es a las mujeres la visión
de unos pechos a la mayoría nos plantea un debate estético basado en la
comparación y relacionado con el tamaño, la forma o la caída. Si es el hombre
el receptor, y me apoyo en teorías antropológicas de peso, ante tal exhibición
el varón, más allá del mensaje, del contexto y de la relevancia de la
reclamación, solo ve dos tetas. Y me dejo lo de las carretas.
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