martes, 15 de noviembre de 2016

MUJERES PLANAS Y VIAGRA



Gran parte de la población mundial se llevaba ayer las manos a la cabeza en masa tras anunciarse la victoria de Trump. Tachado de misógino, racista y playboy el empresario y promotor inmobiliario está considerado como una bomba de relojería. Pero, lo que la mayoría no ha valorado, es la transparencia del recién elegido presidente en cuestiones veniales, algo que lo hace sin duda más accesible y terrenal. En una entrevista con el controvertido locutor Howard Stern el señor Trump abría su corazón para confesar: «no me gusta el sexo anal, ni el oral», dejando así patente su postura conservadora en lo que a conducta sexual se refiere. Además, cuando todavía era novio de su hoy esposa Melania, declaró en un arrebato de romanticismo estar tan enamorado de ella “que no hacia la marcha atrás”. Fruto de ese punch amoroso nacía hace diez años Barron, el único hijo de la pareja. También dijo que nunca había visto a su amada tirarse un pedo y que ella solo entraba al baño para hacer aguas mayores «como cuatro veces en tres años», lo que debería animar a la primera dama a dejar constancia de sus momentos estelares con el wáter en un documental. Delicado como ningún otro, definió a Marla Maples, su anterior esposa, como “un 10 en tetas y un 0 en cerebro”, dejando claro que lo suyo son los números redondos y, pese a las dudas que existen respecto a sus planes económicos para el país, el nuevo presidente demostraba que en materia femenina controla, afirmando que «es muy difícil que una tía plana sea atractiva». Lo que está claro es que el controvertido empresario conoce bien a las mujeres y, para acabar de conquistar a aquellas indecisas, lanzaba en unas declaraciones sinceras llenas de humildad, «no necesito Viagra, más bien algo que tenga el efecto contrario. No es por presumir. Es que es así».





HEMBRA EN EL BOSQUE




La escena tiene lugar primero en un capítulo de la segunda temporada de la serie “The Affaire”, y luego en la adaptación cinematográfica del best seller “La chica del tren” que hace tres semanas se estrenó en nuestro país. En ambas un hombre, el protagonista, se encuentra de paseo por una zona boscosa solitaria en compañía de una mujer, también protagonista. En los dos casos las parejas mantienen una relación apasionada e ilícita que los lleva a verse a escondidas en lugares como hoteles, párkings o exteriores apartados. Paso a describirles el momento. Ella camina un par de pasos por delante, él la mira, en el aire permanece el peso de la tensión que se da tras una disputa. Ella se vuelve y le dedica una mirada retadora, él se aproxima, ella gira la cabeza contrariada, él rodea su rostro con las manos y la besa. Ella responde mordiéndole el labio inferior y apretando su torso con las manos por dentro de la camiseta. Él respira acelerado, le da la vuelta con brusquedad, la apoya en el tronco de un árbol y la inclina. Con una mano la coge del pelo y con otra le abre el pantalón y lo desliza piernas abajo hasta llegar a las rodillas, donde quedan atrapadas las bragas. Luego se desabrocha el tejano y, por el gesto, el espectador asume que libera su hombría. Entonces la toma, enfurecido, sujetando entre los dedos las caderas de ella que, con la cabeza inclinada hacia atrás, se agarra con fuerza al recio tronco, con los ojos entornados por el placer. El tono de su piel, blanca y firme, y la curva de sus muslos, de su espalda y de sus nalgas,  contrastan con la gama de verdes y marrones del entorno, que los acoge salvajes. En los dos casos los espectadores masculinos observan inmóviles la pantalla, fascinados con esa escena sensual y brutal, poniéndose en la piel de él mientras en su mente impacta un mantra de cuatro palabras: poseer-hembra-calor-bragas.

DAMA ENJAULADA




Una amiga ha dado con una nueva aplicación de servicio de coches con conductor, algo tipo taxi pero con automóviles de marca en tono oscuro, el interior inmaculado, perfumado, música ambiente, aire acondicionado y un señor al volante bien plantado y uniformado que se baja para abrirte la puerta, te llama de usted por tu nombre y solo interrumpe su silencio para preguntarte con una sonrisa si es adecuada la temperatura. El tema es que mi amiga, casada, madre de dos hijos, alta, rubia y esbelta, gusta ahora de llegar a sus citas en ese transporte de lunas tintadas, esperar a que le abran la puerta y apearse tomándose su tiempo, primero posando la delgada patita que culmina en un zapato de tacón, como si la calzada fuera de terciopelo, y luego la otra, impulsándose grácil, haciendo un leve gesto de cabeza al conductor y caminando hacia la entrada del local con un paso tan pausado que parece que sujete un huevo entre las nalgas. Las que esperamos la miramos. El resto de transeúntes, testigos de la escena, murmullan dando por hecho que se trata de algún personaje relevante o la esposa de algún constructor o un potentado. Ella continua su desfile supuestamente ajena a aquel breve revuelo que provoca en los otros la sospecha de lo caro y exclusivo. No hace mucho, sentadas ya a la mesa, comentamos entre risas el tema de sus aires de grandeza y ella, sincera, lanza un mensaje que al resto nos pilla por sorpresa, «lo que más me gusta de contratar el servicio de coches es que me siento muy puta», confiesa. Explica entonces como realiza los trayectos sentada erguida en el sillón, sacando un espejito y retocándose el labial, magnánima, como la fiera que transportan enjaulada cuyo futuro incierto es ser venerada y a su vez sometida. «Me da igual el destino, yo disfruto del trayecto con los muslos apretados y la mirada, perdida, posada en el camino».

jueves, 1 de septiembre de 2016

UN HOYO EXÓTICO




Raquel siente que se le detiene el pulso el día que, buscando algo de calderilla en el bolsillo del carro de golf de su marido, da con un bote de lubricante sabor chocolate. Tras sujetarlo con dedos temblorosos decide volver a guardarlo y cerrar la cremallera con algo de aprensión. Su cabeza inicia una línea de razonamiento lógico: se tira a otra-una mujer a la que le gustan los juguetitos y las guarrerías-una traidora que además se lanza con el sexo anal-¿lo harán en el mismo club de golf?- ¿será la mujer de un amigo?, ¿la hija universitaria de algún conocido?. Entonces llega la pregunta fundamental, ¿se lo digo? Pese a estar noqueada por el impacto decide esperar hasta comentarlo al día siguiente con una de sus íntimas. Esta le escucha pensativa hasta que lanza una hipótesis que abre en la mente de Raquel una línea inexplorada, ¿será con un tío? Tras el impacto inicial la protagonista se sorprende a sí misma con una suerte de marea tibia que invade su interior. La posibilidad de que el objeto de deseo de su marido sea un hombre hace que su autoestima sume enteros con la certeza de que ella sigue siendo el tope de gama de su género. En caso de ser un asunto gay Raquel lo atribuiría a un episodio exótico de la madurez o bien a una exploración interna de su esposo, de talante aventurero y curioso que, rozando los cincuenta, se atrevería a experimentar con ese juego prohibido. «¿Y cuando se lo vas a decir?», le lanza su amiga. «No sé si quiero», responde ella. Desde ese momento escruta al padre de sus hijos con detalle en busca de cada atisbo de pluma que pueda confirmar sus sospechas. Porque ella, competitiva y estratega, prefiere pensar que su marido lo que desea es probar a introducir la bola en otro tipo de hoyo más inaccesible. Una experiencia aislada que no perturbe para nada su amor por un deporte que practica hace casi dos décadas.

sábado, 4 de junio de 2016

FECHA DE CONCEPCIÓN




Cuando alguien le dice su fecha de cumpleaños, Ana tiene la costumbre de calcular de manera mental el momento del año en el que los padres de su interlocutor le concibieron. Los de abril y mayo los tiene claros, se trata de personas cuyos progenitores copularon durante el verano. Según su teoría los hermanos pequeños suelen ser de estos meses, pues las parejas, conforme va pasando el tiempo, relegan el acto sexual a las fiestas de guardar y vacaciones. Imagina al matrimonio ya bragado a la hora de la siesta con varias copas de sangría encima. También tiene claro los nacidos en septiembre pues son los gestados en Navidad. En ese caso visualiza la escena tras la cena de Nochebuena, el efecto del champagne, la sensación agridulce que suele dejar en uno la convivencia familiar. O bien el último día del año, el cual reviste ciertos tintes apocalípticos. Puede ver al hombre y a la mujer tratando de apaciguar sus anhelos a través de la posesión como si el mundo se fuera acabar. Hablamos de instinto animal, de la excitación irracional que provoca en el ser humano la vaga pero siempre presente sombra de la muerte. En un apartado señalado que yo bautizaría como “fragor autóctono” se encontrarían los nacidos en enero cuyo origen, y dada la exuberancia festera de nuestra tierra, tendría lugar durante las Fallas. Aquí entra en juego sin duda el fuego, la ciudad sitiada, la irreverencia de los monumentos. Para Ana es importante además saber el año porque algunos de los de abril fueron concebidos durante las Olimpiadas, momento en el que su padre pudo verse fascinado por la destreza sobresaliente de un pertiguista o de un saltador de vallas, dando lugar a un polvo atlético y decidido. En su caso fue un encierro de San Fermines televisado el que llevó a sus padres a un delirio post taurino. Lo que según ella explicaría su amor por el rojo y la sangre caliente.