Gran
parte de la población mundial se llevaba ayer las manos a la cabeza en masa
tras anunciarse la victoria de Trump. Tachado de misógino, racista y playboy el
empresario y promotor inmobiliario está considerado como una bomba de
relojería. Pero, lo que la mayoría no ha valorado, es la transparencia del
recién elegido presidente en cuestiones veniales, algo que lo hace sin duda más
accesible y terrenal. En una entrevista con el controvertido locutor Howard
Stern el señor Trump abría su corazón para confesar: «no me gusta el sexo anal,
ni el oral», dejando así patente su postura conservadora en lo que a conducta
sexual se refiere. Además, cuando todavía era novio de su hoy esposa Melania,
declaró en un arrebato de romanticismo estar tan enamorado de ella “que no
hacia la marcha atrás”. Fruto de ese punch amoroso nacía hace diez años Barron,
el único hijo de la pareja. También dijo que nunca había visto a su amada
tirarse un pedo y que ella solo entraba al baño para hacer aguas mayores «como
cuatro veces en tres años», lo que debería animar a la primera dama a dejar
constancia de sus momentos estelares con el wáter en un documental. Delicado
como ningún otro, definió a Marla Maples, su anterior esposa, como “un 10 en
tetas y un 0 en cerebro”, dejando claro que lo suyo son los números redondos y,
pese a las dudas que existen respecto a sus planes económicos para el país, el
nuevo presidente demostraba que en materia femenina
controla, afirmando que «es muy difícil
que una tía plana sea atractiva». Lo que está claro es que el controvertido empresario
conoce bien a las mujeres y, para acabar de conquistar a aquellas indecisas,
lanzaba en unas declaraciones sinceras llenas de humildad, «no necesito Viagra, más
bien algo que tenga el efecto contrario. No es por presumir. Es que es así».
martes, 15 de noviembre de 2016
HEMBRA EN EL BOSQUE
La escena tiene lugar primero
en un capítulo de la segunda temporada de la serie “The Affaire”, y luego en la
adaptación cinematográfica del best seller “La chica del tren” que hace tres
semanas se estrenó en nuestro país. En ambas un hombre, el protagonista, se
encuentra de paseo por una zona boscosa solitaria en compañía de una mujer,
también protagonista. En los dos casos las parejas mantienen una relación
apasionada e ilícita que los lleva a verse a escondidas en lugares como
hoteles, párkings o exteriores apartados. Paso a describirles el momento. Ella
camina un par de pasos por delante, él la mira, en el aire permanece el peso de
la tensión que se da tras una disputa. Ella se vuelve y le dedica una mirada
retadora, él se aproxima, ella gira la cabeza contrariada, él rodea su rostro
con las manos y la besa. Ella responde mordiéndole el labio inferior y apretando
su torso con las manos por dentro de la camiseta. Él respira acelerado, le da
la vuelta con brusquedad, la apoya en el tronco de un árbol y la inclina. Con
una mano la coge del pelo y con otra le abre el pantalón y lo desliza piernas
abajo hasta llegar a las rodillas, donde quedan atrapadas las bragas. Luego se
desabrocha el tejano y, por el gesto, el espectador asume que libera su
hombría. Entonces la toma, enfurecido, sujetando entre los dedos las caderas de
ella que, con la cabeza inclinada hacia atrás, se agarra con fuerza al recio tronco,
con los ojos entornados por el placer. El tono de su piel, blanca y firme, y la
curva de sus muslos, de su espalda y de sus nalgas, contrastan con la gama de verdes y marrones
del entorno, que los acoge salvajes. En los dos casos los espectadores masculinos
observan inmóviles la pantalla, fascinados con esa escena sensual y brutal,
poniéndose en la piel de él mientras en su mente impacta un mantra de cuatro
palabras: poseer-hembra-calor-bragas.
DAMA ENJAULADA
Una amiga ha dado con una
nueva aplicación de servicio de coches con conductor, algo tipo taxi pero con
automóviles de marca en tono oscuro, el interior inmaculado, perfumado, música
ambiente, aire acondicionado y un señor al volante bien plantado y uniformado
que se baja para abrirte la puerta, te llama de usted por tu nombre y solo
interrumpe su silencio para preguntarte con una sonrisa si es adecuada la
temperatura. El tema es que mi amiga, casada, madre de dos hijos, alta, rubia y
esbelta, gusta ahora de llegar a sus citas en ese transporte de lunas tintadas,
esperar a que le abran la puerta y apearse tomándose su tiempo, primero posando
la delgada patita que culmina en un zapato de tacón, como si la calzada fuera
de terciopelo, y luego la otra, impulsándose grácil, haciendo un leve gesto de
cabeza al conductor y caminando hacia la entrada del local con un paso tan
pausado que parece que sujete un huevo entre las nalgas. Las que esperamos la
miramos. El resto de transeúntes, testigos de la escena, murmullan dando por
hecho que se trata de algún personaje relevante o la esposa de algún
constructor o un potentado. Ella continua su desfile supuestamente ajena a
aquel breve revuelo que provoca en los otros la sospecha de lo caro y
exclusivo. No hace mucho, sentadas ya a la mesa, comentamos entre risas el tema
de sus aires de grandeza y ella, sincera, lanza un mensaje que al resto nos
pilla por sorpresa, «lo que más me gusta de contratar el servicio de coches es
que me siento muy puta», confiesa. Explica entonces como realiza los trayectos
sentada erguida en el sillón, sacando un espejito y retocándose el labial,
magnánima, como la fiera que transportan enjaulada cuyo futuro incierto es ser
venerada y a su vez sometida. «Me da igual el destino, yo disfruto del trayecto
con los muslos apretados y la mirada, perdida, posada en el camino».
jueves, 1 de septiembre de 2016
UN HOYO EXÓTICO
Raquel siente que se le
detiene el pulso el día que, buscando algo de calderilla en el bolsillo del
carro de golf de su marido, da con un bote de lubricante sabor chocolate. Tras
sujetarlo con dedos temblorosos decide volver a guardarlo y cerrar la
cremallera con algo de aprensión. Su cabeza inicia una línea de razonamiento
lógico: se tira a otra-una mujer a la que le gustan los juguetitos y las
guarrerías-una traidora que además se lanza con el sexo anal-¿lo harán en el
mismo club de golf?- ¿será la mujer de un amigo?, ¿la hija universitaria de
algún conocido?. Entonces llega la pregunta fundamental, ¿se lo digo? Pese a
estar noqueada por el impacto decide esperar hasta comentarlo al día siguiente
con una de sus íntimas. Esta le escucha pensativa hasta que lanza una hipótesis
que abre en la mente de Raquel una línea inexplorada, ¿será con un tío? Tras el
impacto inicial la protagonista se sorprende a sí misma con una suerte de marea
tibia que invade su interior. La posibilidad de que el objeto de deseo de su
marido sea un hombre hace que su autoestima sume enteros con la certeza de que
ella sigue siendo el tope de gama de su género. En caso de ser un asunto gay
Raquel lo atribuiría a un episodio exótico de la madurez o bien a una
exploración interna de su esposo, de talante aventurero y curioso que, rozando
los cincuenta, se atrevería a experimentar con ese juego prohibido. «¿Y cuando
se lo vas a decir?», le lanza su amiga. «No sé si quiero», responde ella. Desde
ese momento escruta al padre de sus hijos con detalle en busca de cada atisbo
de pluma que pueda confirmar sus sospechas. Porque ella, competitiva y
estratega, prefiere pensar que su marido lo que desea es probar a introducir la
bola en otro tipo de hoyo más inaccesible. Una experiencia aislada que no
perturbe para nada su amor por un deporte que practica hace casi dos décadas.
sábado, 4 de junio de 2016
FECHA DE CONCEPCIÓN
Cuando alguien le dice su
fecha de cumpleaños, Ana tiene la costumbre de calcular de manera mental el
momento del año en el que los padres de su interlocutor le concibieron. Los de
abril y mayo los tiene claros, se trata de personas cuyos progenitores
copularon durante el verano. Según su teoría los hermanos pequeños suelen ser
de estos meses, pues las parejas, conforme va pasando el tiempo, relegan el
acto sexual a las fiestas de guardar y vacaciones. Imagina al matrimonio ya
bragado a la hora de la siesta con varias copas de sangría encima. También
tiene claro los nacidos en septiembre pues son los gestados en Navidad. En ese
caso visualiza la escena tras la cena de Nochebuena, el efecto del champagne, la
sensación agridulce que suele dejar en uno la convivencia familiar. O bien el
último día del año, el cual reviste ciertos tintes apocalípticos. Puede ver al
hombre y a la mujer tratando de apaciguar sus anhelos a través de la posesión
como si el mundo se fuera acabar. Hablamos de instinto animal, de la excitación
irracional que provoca en el ser humano la vaga pero siempre presente sombra de
la muerte. En un apartado señalado que yo bautizaría como “fragor autóctono” se
encontrarían los nacidos en enero cuyo origen, y dada la exuberancia festera de
nuestra tierra, tendría lugar durante las Fallas. Aquí entra en juego sin duda
el fuego, la ciudad sitiada, la irreverencia de los monumentos. Para Ana es
importante además saber el año porque algunos de los de abril fueron concebidos
durante las Olimpiadas, momento en el que su padre pudo verse fascinado por la
destreza sobresaliente de un pertiguista o de un saltador de vallas, dando
lugar a un polvo atlético y decidido. En su caso fue un encierro de San Fermines
televisado el que llevó a sus padres a un delirio post taurino. Lo que según
ella explicaría su amor por el rojo y la sangre caliente.
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