sábado, 4 de junio de 2016

FECHA DE CONCEPCIÓN




Cuando alguien le dice su fecha de cumpleaños, Ana tiene la costumbre de calcular de manera mental el momento del año en el que los padres de su interlocutor le concibieron. Los de abril y mayo los tiene claros, se trata de personas cuyos progenitores copularon durante el verano. Según su teoría los hermanos pequeños suelen ser de estos meses, pues las parejas, conforme va pasando el tiempo, relegan el acto sexual a las fiestas de guardar y vacaciones. Imagina al matrimonio ya bragado a la hora de la siesta con varias copas de sangría encima. También tiene claro los nacidos en septiembre pues son los gestados en Navidad. En ese caso visualiza la escena tras la cena de Nochebuena, el efecto del champagne, la sensación agridulce que suele dejar en uno la convivencia familiar. O bien el último día del año, el cual reviste ciertos tintes apocalípticos. Puede ver al hombre y a la mujer tratando de apaciguar sus anhelos a través de la posesión como si el mundo se fuera acabar. Hablamos de instinto animal, de la excitación irracional que provoca en el ser humano la vaga pero siempre presente sombra de la muerte. En un apartado señalado que yo bautizaría como “fragor autóctono” se encontrarían los nacidos en enero cuyo origen, y dada la exuberancia festera de nuestra tierra, tendría lugar durante las Fallas. Aquí entra en juego sin duda el fuego, la ciudad sitiada, la irreverencia de los monumentos. Para Ana es importante además saber el año porque algunos de los de abril fueron concebidos durante las Olimpiadas, momento en el que su padre pudo verse fascinado por la destreza sobresaliente de un pertiguista o de un saltador de vallas, dando lugar a un polvo atlético y decidido. En su caso fue un encierro de San Fermines televisado el que llevó a sus padres a un delirio post taurino. Lo que según ella explicaría su amor por el rojo y la sangre caliente.

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