La megatop de los noventa
Naomi Campbell vuelve estos días a la primera línea del interés mediático a
causa de una fotografía enseñando los pechos que ha subido a su cuenta de
Instagram. Pese a los miles de “me gusta” y de comentarios favorables, en torno
a la imagen se ha generado un debate sin precedentes: ¿cuándo será eliminada de
la citada red social esa foto en la que todo el protagonismo parece girar en
torno a unas tetas? El tema es que una foto parecida de Rihanna fue censurada
no hace mucho y también pasó con otra de Miley Cyrus y antes con otra de Rumer
Willis. En todos los casos estas jóvenes y guapas celebrities acompañaron la
instantánea con el hastag #freethenipple
(#liberaelpezón), un movimiento
feminista surgido en 2014 con el fin de reivindicar la igualdad entre hombres y
mujeres y de luchar contra la cosificación del cuerpo de la mujer. Y para ello
se sirven del pezón como símbolo, un atributo que debe ser mostrado, liberado,
fotografiado y paseado sin límites. Los partidarios de tal iniciativa
argumentan la permisividad que existe en los medios con las escenas de
violencia y con los anuncios de pornografía. Una comparativa que a mi no me
sale a cuenta. ¿Pezones imponiendo su ley en la orilla más sórdida de la
condición humana? Además se quieren distanciar del término topless tan asociado
a la época del destape y a la arena de Benidorm o Marbella.
Les lanzo a las ideólogas una
pregunta: ¿a quién va dirigido el mensaje? Porque si es a las mujeres la visión
de unos pechos a la mayoría nos plantea un debate estético basado en la
comparación y relacionado con el tamaño, la forma o la caída. Si es el hombre
el receptor, y me apoyo en teorías antropológicas de peso, ante tal exhibición
el varón, más allá del mensaje, del contexto y de la relevancia de la
reclamación, solo ve dos tetas. Y me dejo lo de las carretas.
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