lunes, 19 de octubre de 2015

DEBATE INTERNO DE SEXO





Silvia se enfrenta a un debate. Resulta que Fernando, el chico de cuarenta al que conoció hace un par de meses, consigue despertarle un instinto animal, algo brutal que le sorprende. Hasta el momento ella, cuando hablaba con amigas de sexo, se definía a si misma como alguien normal, más bien recatada, poco dada a las florituras, «yo soy más bien sosa», afirmaba cuando alguna de las presentes hacia mención a alguna práctica que ella entendía por exótica. Con Nando, como él le pidió que le llamara, era distinto. Ese chico de estatura media, mirada castaña y dientes rectos había abierto la puerta de la selva tendiendo un puente de incorrección que ella gustaba de recorrer peldaño a peldaño, sentada, a gatas o doblada, probando su flexibilidad, arañando, mordiendo, lamiendo, succionando, susurrando insinuaciones imposibles. Nando pedía y ella accedía, obediente, cegada por la poderosa sensación de saberse osada y a la vez deseada. ¿Soy yo o es él?, se pregunta. ¿Son mis ganas de transgredir o es que pretende moldearme, corromperme, ir un paso más allá?, reflexiona. ¿Es la manera de doblegar a mi propia moral, es la falda tableada del colegio, el deseo contenido, el libro de religión, el momento de la confesión?, barrunta. Se imagina a si misma como el personaje de una película francesa, gatuna, embriagadora y perversa. Piensa en si es Nando o es el momento si, ya cansada de contención ha liberado a ese otro yo o si quizá, esa Silvia bestial es en realidad ella y la otra, la recatada, era tan solo el preludio de lo que ahora vive y de lo que vendrá a continuación. «Creo que he perdido el tiempo», fue la idea que un día expuso a sus amigas. El resto escucharon  fascinadas su exposición acerca de la conexión de los cuerpos y su creencia de que gozar tiene más de ciencia que de espiritual. Ganó la parte racional. «El sexo es algo que se lleva dentro», concluyó.

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