Esta semana sale a la luz que
David Cameron introdujo su miembro en la boca de un cerdo muerto, un escabroso
suceso que tuvo lugar durante su etapa universitaria en Oxford. La noticia nos
puede provocar un “vaya, como son los ingleses para estas cosas” y traernos a
la cabeza la foto de hace unos meses en la que aparece John Sewel, presidente
de la cámara de los lores, fumando un pitillo con gesto teatral ataviado con
sujetador rojo y chupa de cuero. Resulta que la imagen es tan solo un fotograma
de un video en el que, el que fue ministro de cultura con Tony Blair, mantiene
relaciones con dos prostitutas y esnifa cocaína de los pechos de una de ellas.
En el extremo más alejado del tablero tenemos a Pablo Iglesias soltando en un
acto reciente que le van a dar sexo y látigo a Artur Mas. Leo en un una
entrevista sobre el tema que el líder de Podemos confiesa que practicar sexo “es una cosa que sería muy saludable en campaña para soltar
tensiones” que el látigo, “va en función de lo que le guste a cada uno”, y pasa
a nombrar a Pedro Sánchez, al que “le gusta el sexo pero con un poquito sólo de
látigo”. En la misma línea está la frase de Lluís Llach que acusa al de Podemos
de tener “obsesiones sexuales con Mas”, y una columna en la que Elvira Lindo
fantasea con como debe ser pegar un polvo en la casa de un desmelenado Iglesias
en Vallecas, entre muebles de su abuela. ¡Qué aburrido!. Yo me imagino ahora la
escena a lo bristish. En ella tenemos a Artur Mas enfundado en cuero pasándole
el plumero a dos meretrices cubiertas tan solo con una barretina. Iglesias
lidera una suerte de orgia con miembros de su cúpula mientras recita a Miguel
Hernández, Iceta con penacho pone temas de Village People, Elvira Lindo se unta
el cuerpo en salmorejo y se alivia a lo Olvido Hormigos y Pedro Sánchez, a
pecho descubierto, posa para un selfie grupal luciendo banda de míster y cetro.
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