Resulta que “45 años” la
última película del director británico Andrew Haigh está considerada tabú. Por
el contenido sexual. El motivo del escándalo no es el sadomaso ni ningún tipo
de alambicada relación incestuosa. Aquello que ha puesto el grito en el cielo
de determinador sector “conservador” son las escenas de sexo entre una pareja
interpretada por los afamados Charlotte Rampling, de 69 años de
edad, y Tom Courtenay, de 78. El responsable del proyecto comenta que le
inquieta el hecho de que a medida que envejecemos el sexo se perfile como un
elemento torpe, feo, escaso e invisible. El
tema es que los humanos poseemos una "falla psicológica" que nos lleva a rechazar la idea de
imaginar a nuestros padres o abuelos en pleno misionero. Algo así como “del
polvo vienes pero tus padres no copularán”. ¡Milagro!. Un tema que más tiene
que ver con la estética que con la edad pues, ¿no preferirían ver en la cama a
Sean Connery y a Jane Fonda que a dos jovenzuelos sobrealimentados, inexpertos
y poco agraciados? Expongo el tema en grupo y alguno opina que el acto sexual es
algo privado cuyo fin no es para satisfacer a terceros. Otra alega al modelo
único de estética imperante donde la tersura se valora por encima de la
experiencia o la indecencia. Un tercero anima a pasar por encima de lo corporal
y centrarse en la unión de dos almas enlazadas por el deseo, el amor o el
frenesí. Coincidimos en que el sexo maduro está pendiente de revisión en el
sector de la ficción y, si bien damas como Diane Keaton o Meryl Streep han
conseguido ampliar el espectro del amor romántico hasta más allá de los sesenta,
los protagonistas de estas cintas, hasta ahora, cerraban la puerta de la
habitación cuando empezaba la acción. Yo me pregunto, ¿serán conscientes Isabel
Preysler y Vargas Llosa de que pueden convertirse en el símbolo de un género
aún por explorar?
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario