viernes, 13 de abril de 2012

REMEMBER


Pilar ha cumplido cuarenta y dos años, es divorciada, tiene un niño pequeño y se conserva bastante bien. Desde que recuperó la soltería, sale asiduamente con distintos grupos, ha tenido varias citas y cultiva algunos hobbies. Pero Pilar, hace tiempo, se dio cuenta de que es más difícil enamorarse de nuevo en su situación que ganar a la lotería.

Hace un par de semanas termina de fiesta en una discoteca de temática ochentera con un grupito de amigas. Después de varias copas y tras bailar numerosos temas en el centro de la pista, se dirige, algo ebria, al cuarto de baño. A mitad del camino alguien toca su brazo, se gira y se encuentra de cara con Arturo, un antiguo noviete del instituto. Tras la sorpresa inicial lo encuentra mayor y algo gordo, pero le gusta su sonrisa y como le mira. De repente recuerda varios revolcones fugaces en el terrado de la casa de sus padres que no pasaron a mayores y un agradable calor le recorre la zona del estómago.

Sin pensarlo se acerca a su rostro, cierra los ojos y se deja llevar por la canción: “This is the rhythm of the night,
the night,
oh yeah… the rhythm of the night”. Fundidos en un abrazo, se besan largo rato mientras rozan sus cuerpos y se dicen cosas al oído. Un par de copas después se trasladan a los sofás y continúan con un intenso magreo que culmina en una apasionada cópula sobre uno de los retretes del baño de chicas. Pletórica, vuelve a la pista con el brazo en alto y la melena revuelta para terminar la noche saltando con sus amigas. Al llegar a casa se mira en el espejo, sonrosada, beoda y salvaje, y se siente la reina del mambo. Los ligues del pasado bien pueden servirnos de catarsis muchos años después. Y aunque nunca repetirá con Arturo, esa entrega irreflexiva la hizo sentir viva y cerrar una etapa. La mujer divorciada podrá volver a la pista siempre y cuando sea realista: ya no se comparte piso y el sexo es sin compromiso.

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