La otra tarde una madre nos
narra un percance que vivió en el parque. “Estaba sola con mis dos hijos. De
repente uno empieza a vomitar a lo loco y se pone perdido. No llevaba ropa de recambio,
por suerte mi marido acababa de llegar a casa y trajo a la chica en la moto”
–relata. Las que escuchamos la miramos y en vez de interesarnos por la salud
del crío, en lugar de preguntar si la cosa acabó bien o mal, hacemos una
pregunta casi al unísono: ¿por qué lleva a la chica de paquete?. La madre, que
por la cara que pone no lo había ni pensado, suelta un escueto: “pues no es la
primera vez”. Al momento una inicia su disertación. “No te lo tomes a mal pero
me parece fatal. El culo de él aprisionado entre los muslos duros de ella. Sus
pechos voluminosos pegados a la espalda de tu marido, rebotando como en un
frontón” –recrea pasándole el testigo a otra. “¿Y las manos qué? Porque a algún
sitio se tendrá que coger, no me la imagino como un periquito. Seguro que rodea
su cintura y a él, tras tantos años de casado, se le pone…ya sabéis” –suspira
con los ojos entrecerrados. “Pues yo no sé si prefiero la moto o el coche. Ese
espacio tan pequeño compartido. ¿Y si los ve algún conocido? Pensará que están
liados” – añade otra. “El coche ni hablar. Los dos ahí dentro, calentitos,
demasiada intimidad” –opina una más. La pobre interesada nos mira abrumada. Una
serie de bromas procaces en plan “a la próxima les das un condón” pone fin a la
conversación. Ya en casa la protagonista mira a la chica en mallas agachada bañando
a su hijo y le viene a la cabeza el sillín de la Vespa, la sensación vibrante y
caliente en la piel, la espalda cuadrada de su marido, el aire frío y como ella
siempre metía las manos en sus bolsillos. Con una risa tensa le sugiere a su
esposo que, por un tema de edad, debería plantearse vender la moto en pos de su
seguridad.
viernes, 29 de noviembre de 2013
viernes, 22 de noviembre de 2013
SLOW SEX
Nos cuenta una madre del
grupito de la piscina que su marido, el cual practica Aikido y es forofo de
todo el tema oriental, le ha descubierto el slow sex, la práctica erótica del
momento donde se le da importancia al tiempo, al contexto, las miradas y
caricias, la respiración… “es todo muy pausado, se busca disfrutar con total
intensidad, el clímax final es brutal…” –afirma. “Eso me recuerda a uno con el
que salí. Cada vez que llegaba a su casa lo encontraba con el delantal puesto y
la sartén al fuego en plan «Con las manos en la masa». Luego encendía unas
velas y se ponía cachondón. Lo hacía sin
dejar de susurrar y moviendo mucho la cadera. A mi me daba un poco de dentera…”
–aporta otra. “Yo tuve un novio que era una especie de animal. En vez de
miembro parecía que tuviese una broca. Durante los meses que estuve con él
disfruté como una loca” –añade una tercera. Surge el debate entre las
partidarias de la potencia sin tanto sentimiento, que aportan argumentos como
“a mi no me pone nada el rollo sensible”, “yo pasé de uno porque después de
hacerlo solía llorar” o “prefiero que me metan caña” y aquellas que se decantan
por un estilo más preciosista: “la parte de los preámbulos es fundamental”, “yo
a veces no necesito nada más” o “para mi una buena banda sonora es lo más”.
Entonces una expone un argumento realista. “¿De verdad piensas que se trata de
un tema de Aikido? ¿Qué edad tiene tu marido? La sombra de los cincuenta
proyecta en el hombre dudas sobre la continuidad de su virilidad. El macho, astuto,
busca alternativas y suple con palique la mengua de caballos. La realidad es
que a nosotras, llegado un momento, tampoco nos viene mal. Pero es lo que hay”
–sentencia. El resto asentimos reflexivas hasta que una de las defensoras del
sexo sin adornos hace una sugerencia: “Si se trata de un tema de potencia, siempre
nos queda la solución de farmacia, ¿no?”
viernes, 15 de noviembre de 2013
MUJERES PASEABLES
La conversación que presencio
entre dos amigos hombres la otra noche, me da ganas de vomitar. Uno le cuenta
al otro que fulanito de tal, un empresario de éxito forrado, que además está
súper relacionado con las altas esferas de la capital, se ha echado una novia
buenorra. “No llevaba tanto tiempo separado”, “dicen que la conocía de antes”,
“es un cañón”… –relatan. Hasta ahí todo normal. Entonces uno hace hincapié en un
matiz. “Cuando va a determinadas fiestas y cenas no se la puede llevar.
Quedaría fatal” –afirma. Yo lo miro con curiosidad y el otro asiente. “Es
evidente, en esos círculos hay que saber estar. Además las otras mujeres, más
mayores, podrían sentirse ofendidas” – puntualiza. A mi el asunto me produce
risa. “¿Estáis de coña?” – digo. “O sea que la chica en cuestión es válida para
el magreo y el cachondeo pero no está preparada para ser paseada. Dais por
hecho además que su presencia lozana va a incomodar a las otras mujeres de la
mesa en base a la edad. Me parece un pensamiento sexista y totalmente
desfasado” –expongo visceral. “Quizás tengas razón pero es real. Esto no es
Manhattan y el tío no es Julian Schnabel. Se trata de negocios y en nuestro
mundo, hoy en día, no se puede presentar con esa cría” –contesta. Me viene a la
cabeza la escena de Pretty Woman en la que Julia Roberts, enfundada en un
vestido de gala que la hace parecer menos puta, pelea con un caracol ante la
mirada cómplice del camarero mientras su cliente, un imponente Richard Gere,
hace de magnate en una cena de negocios. Me imagino a esa chica, en un
restaurante carísimo de Madrid, con los pies apoyados en la mesa, sonándose con
la servilleta y enseñando teta. La grotesca situación, brutal e irreal, me hace
ver que quizás lo que se quiere ocultar no es a la nueva dama, sino la tendencia
del varón a dejarse gobernar por esa fuerza superior que se esconde dentro de
su ropa interior.
lunes, 11 de noviembre de 2013
¿DÓNDE ESTÁN LOS TÍOS DE ESTA CIUDAD?
Uno de los temas de
conversación recurrente entre mujeres a partir de cierta edad, y máxime cuando
en el grupo hay alguna soltera, versa sobre los tíos del lugar. Los
interesantes, atractivos, comprensivos, sensibles o como diría una amiga,
fornicables varones que, por derecho vital y constitucional, deberían campar a
sus anchas por las calles de la ciudad. “Están pillados” –opina una. “No me lo
creo. Te prometo que cuando he estado en ciudades como Salamanca, Murcia o
Toledo, he visto más hombres interesantes por metro cuadrado que aquí desde que
me he separado” –afirma otra. La realidad es que cuando salimos las chicas,
después de la cena y de tomar una copa si la cosa se tercia, nos vamos un rato
a bailar, en circulito, comentando algún modelito rompedor, haciendo gracias
con lo que vemos a nuestro alrededor. “Siempre somos las mayores del garito, a
mi me parecen todos unos críos, además son medio alternativos” – aprecia otra
más. Alguien propone probar un día en unos pubs de la Gran Vía donde dicen que
hay más material. “Si es el que creo está lleno de horteras y guarras. Si es
otro que hay más allá la media son los sesenta. Me han dicho que es el templo
de la Viagra, además, podría encontrarme con mi suegra” –apunta la primera.
Recordamos la vieja teoría de que lo bueno no se pilla en un pub, que la hora
punta del ligoteo de calidad nada tiene que ver con la nocturnidad y hacemos un
repaso de lugares diurnos. “El río, hay que salir a correr a última hora. En la
zona del Puente de las Flores hay unos cuantos haciendo estiramientos que no
están mal”, “En esa tienda de libros y discos, en la sección de ordenadores,
mirando los Mac. Allí siempre hay tíos buenos”, “Los sábados por la mañana en
el Mercado Central”, “En ese sitio de bricolaje, donde colocan los muebles de
teca”, “En el bar de la escuela de tenis, esperando a los niños”, “En el IVAM,
el truco está en ir sola y pasearse de sala en sala poniendo cara de interesada”,
“Donde hacen los cursos de paella. Por la mañana se compran los ingredientes en
grupo y te quedas a la comida”, “En yoga, una que conozco va a un centro por
Ruzafa y dice que hay material”, “En las catas de vino organizadas”, “En las
zapaterías deportivas”, “A la hora de la comida en los restaurantes asiáticos” “Por
la tarde en el Mercado de Colón, en plan afterwork, en el lado contrario de donde
están los caballitos”, “El domingo a mediodía por la zona de la calle
Tapinería”, “Los lunes en los cines en versión original”, “En la sala de espera
del AVE”, “En los cursos de Kite Surf de El Perelló”, “En esa galería de arte
que tiene cafetería”, “En el brunch que preparan en no se qué garito de la
Patacona”… –soltamos sin cesar. De repente me imagino la ciudad como un campo
primaveral, un paraíso sensual de lo varonil y lo cultural, plagada de Adonis,
ligeramente musculados pero bien dotados, con el pelo y las manos cuidadas e
interesante conversación. Todos tienen una mirada cálida y profunda, son hetero,
están solteros y buscan a la mujer de su vida que, por ciertos quiebros del
destino, eres tú. Delicados en lo exterior, se convierten en lo privado en
bestias desbocadas poseídas por la carnalidad más desprendida, atentos a
nuestras necesidades femeninas, en pos de nuestro clímax. Esta alegría que,
según hemos acordado, se encuentra por el día, debe de ser extendida,
compartida por las damas de esta tierra de playa, fallas y luz dorada. Por
ello, y dado de que se trata de ejemplares difíciles de encontrar, me planteo elaborar
una guía, un mapa de puntos calientes según el lugar, la tipología, el modus
operandi y la estacionalidad. Así las mujeres de la ciudad, y dependiendo de su
necesidad, podrán escoger su actividad en función de la clase de hombre con el
que les gustaría topar. Pues en estos casos, y cuando llega una edad, no se
trata de adoctrinar ni de llevar de la mano. El objetivo de todo esto, y me
imagino que las señoras estarán de acuerdo, es no perder el tiempo e ir al
grano.
ROSA ORGASMO
Leo que según un reciente
estudio el último grito en secretos antiedad para combatir los estragos de los
años y retrasar al máximo el envejecimiento es un intenso y sonado orgasmo. Al
experimentarlo disminuyen los niveles de estrés, se reactivan nuestras neuronas
favoreciendo el flujo sanguíneo y mejora el estado de nuestra piel hasta el
punto de quitarnos diez años de golpe. Las casas de belleza se han sumado al
carro del placer y si bien el tono de colorete de moda es el llamado “Orgasm”,
fabricado por una conocida marca de cosméticos, un laboratorio noruego ya
comercializa una línea de cremas cuyo componente estrella es la “spermina”,
gracias a la cual es posible disfrutar de los beneficios del masculino fluido en
el rostro sin tener que emular a una estrella del porno. “Lo ideal son dos a la
semana, hay que tomárselo como una obligación, igual que las limpiezas, la manicura
o la exfoliación” –dicta una amiga experta. Comentando el tema en una cena la
mayoría, aunque viva en pareja, alega tener pereza y limitar los encuentros
carnales a momentos puntuales. “Siempre se ha dicho que es bueno para la salud,
que aumenta el tono energético e incluso mejora el sistema inmunológico. Si es
cierto que además voy a estar más joven y buena, sin duda vale la pena”
–sentencia una conocida. “En ese sentido los maridos van a estar agradecidos”
–añade otra. Entonces miramos a la tercera, soltera vocacional y de natural
recatada, que hace ya un rato mantiene la boca cerrada . “Pues tú para llevar
una vida tan recta tienes la cara perfecta” –aprecia la primera. “He aprendido
a sacarle partido a la soledad. Cuando le coges el tranquillo es incluso más
divertido” –contesta disparando al aire con el índice y el pulgar y confirmando
al resto que, cuando hablamos de placer, tener pareja no deja de ser un pretexto.
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