Tras años de experiencia y
observación de comportamientos ajenos, puedo asegurar que cada pareja, en la
intimidad, esconde un universo privado y complejo al que sólo sus miembros son
capaces de acceder. Los años de convivencia, los gustos personales y las
ententes cordiales dan como resultado la estabilidad marital que muchas
personas ansían conseguir. Y es una de estas parejas, un agradable matrimonio
estable al que frecuento, el que hoy ocupa mis pensamientos.
Teresa, la joven y agradable
esposa, me preguntaba un día de modo confidencial: “¿Cada cuánto piensas que la
gente tiene relaciones? ¿Cuatro al mes, dos por semana…?”. “Pues depende del
tiempo que lleven, de las circunstancias… no lo sé” –le contesté. Entones me
narró lo acontecido en su casa: Pedro, su marido, le dijo no hace mucho que le
gustaría cambiar ciertos hábitos en sus relaciones. “¿Es una cuestión de
cantidad?” –le pregunté. “No, de regularidad” –me contestó. Y me explicó que
él, economista de profesión, había elaborado un detallado calendario en el que
indicaba qué días debían de tener relaciones, qué días debían abstenerse y en
cuáles podían llevar a cabo ciertas prácticas menores a modo de mantenimiento.
“¡Estás de coña!” –le solté.
Pero su mirada me indicó que no.
Y entonces me confesó que llevaba un par de meses llegando a casa a la hora
señalada para disfrutar de una sesión de sexo programado. Semana tras semana se
metió en el papel, adoptó el estricto horario y empezó a disfrutar de ese pacto
obediente, entregada, dispuesta. “¿Y no te molesta?” –pregunté perpleja. “La
verdad es que le he cogido el gusto” –respondió traviesa mirando el reloj; “me
marcho, me esperan, me voy corriendo” –dijo riendo. Y se fue dispuesta a
cumplir lo convenido con su marido.
En las reglas del placer nada
está escrito, impera por tanto la ley del capricho: “Las bases del roce y los
detalles del goce, si son convenidos, serán siempre bien recibidos”.
“Las bases del roce y los detalles del goce, si son convenidos, serán siempre bien recibidos”.
ResponderEliminarEsa es la clave de todo, cualquier cosa dentro de una pareja es válida siempre que ambos la acepten de mutuo acuerdo.