viernes, 31 de agosto de 2012

PASIONES PERRAS



Teresa tiene una perrita de tamaño mediano y raza indefinida llamada “Luna”. Cada día, a última hora, baja al rio a pasearla porque es importante que corra. Como no tiene pareja, esta actividad consigue aplacar su soledad. Un buen día lee una novela mientras la perrita junto a otro perro juguetea. Ella mira al propietario del compañero de juegos, un joven de aspecto agradable, y le sonríe amistosa, dando el visto bueno a la cosa. De repente, el perrillo comienza a montar a “Luna”, que recibe los embistes con la lengua fuera, en plan gamberra. Teresa se levanta y llama cortada a su perra que, lejos de parecer contrariada, continua con mirada desbocada. Entonces mira al dueño. “Tranquilo, no se queda embarazada, está esterilizada.” –le informa apurada. “El mío tampoco es fértil, aun así lo siento, es un poco violento.” –se excusa él. Al final aplacan el asunto y cada uno se marcha consciente de que sus fieles amigos están la mar de calientes. La semana siguiente coinciden junto al Palau de la Música, se saludan brevemente y nada más empezar con el juego, los dos perritos se ponen de nuevo al “dale que te pego”. Esta vez a Teresa le entra la risa y el vecino, relajado, no parecer tener prisa y entablan conversación. Día tras día,  mientras sus mascotas copulan, ya no se sienten mirones y consiguen acercar posiciones. Varios encuentros después, lo invita por la noche a su casa y tras una cena selecta regada con vino a raudales, se enrollan como animales.
Meses más tarde Teresa y el amigo continúan con su romance canino. Ella cada día le agradece a su perro, haberle traído a ese tío, fogoso como un becerro, que la monta con tanta energía que se le queda cara de tonta. Teresa ríe pensando que si todos los perros terminan pareciéndose a sus dueños, su “Luna”, lanzada y valiente, pone de relieve la conclusión más evidente: aunque soltera, formal y comedida, cuando tiene ganas de guerra, le sale su vena más perra.

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