viernes, 5 de abril de 2013

EN LAS GARRAS DEL AMOR





Durante mis años de universidad compaginé los estudios con el trabajo de azafata o camarera con la intención de sacarme unas perras. En compañía de un par de amigas las noches de los viernes me ponía detrás de la barra para servir cubatas y aguantar a algunos de los habituales que nos daban un rato la lata. Recuerdo a uno en particular, un varón que entonces rondaría los treinta y largos, apuesto, ligón, entretenido, perspicaz , lanzado y siempre bien acompañado. Años después me lo seguía encontrando de vez en cuando alguna noche de farra o con alguna jovencita en el coche,  igual de bandarra, en la máxima representación del macho hetero soltero. Pero el otro día me llevo una sorpresa cuando mientras espero en la consulta del pediatra, hace su aparición el crapulón, aquel soltero enfermizo, ahora reconvertido en padre primerizo. Acompañado de su mujer, una dama de unos cuarenta rubia, estilosa y con un punto sosa, mueve el carro donde reposa el bebé que ahora llora, con mirada vidriosa y el rostro pálido y contraído, la clara señal de no haber dormido. Ella no deja de hablar de una comida familiar y luego pasa al tema de la habitación del pequeño, en cuya decoración parece estar poniendo todo su empeño. Él asiente de manera mecánica y traga saliva mientras ejecuta lo que su esposa le acaba de ordenar, que es entregarle al niño y buscar en la bolsa un mullido cojín para amamantar. Yo lo miro y pienso “han tardado, pero al final te han cazado”. Imagino que hace siglos que no verá a su antigua pandilla, ni bailará hasta las tantas con una chica guapa que le muerda la boca, ni se beberá una copa. Me produce una satisfacción inexplicable ver atrapados a esos maduros locos por las garras del amor. No quisiera ser impertinente, pero: ¿cuál de todos será el siguiente?

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