martes, 28 de mayo de 2013

HISTORIAS DE AMOR CARNAL



El otro día entro a una agradable librería de la Gran Vía buscando algo para mi hijo, un tratado en plan didáctico de animales con vistosas fotografías que tiene que llevar a clase. Mientras espero para pagar uno de los expositores llama de manera poderosa mi atención. Colocados, uno junto a otro, aguardan tres hileras de libros cuyos títulos no tienen desperdicio: “La Sumisa”, “Bésame y vente conmigo”, “Pídeme lo que quieras”, “París, luna roja”, “Si fueras mío”, “El chico malo”, “Treinta noches con Olivia” o “No te escondo nada”. Junto a mi un par de mujeres sostienen algunos de ellos consultando la contraportada fascinadas, al parecer, por el argumento. Yo las imito, cojo un par y leo para mi algunas frases sueltas: Un joven se ve obligado a vender su cuerpo a cambio de dinero. Una muchacha discreta y recatada es testigo del lujurioso acto. Siete años más tarde, estas almas atormentadas se encuentran para calmar una atracción irresistible” o Judith sucumbe a la atracción que su jefe ejerce sobre ella y acepta formar parte de sus juegos sexuales repletos de fantasías y erotismo,  junto a él aprenderá que todos llevamos dentro un voyeur y que las personas se dividen en sumisas y dominantes…”. Levanto los ojos y en lo alto del estante reposa la trilogía de Grey, con sus 50 sombras y las otras dos entregas, oscuras y liberadas, y pienso que algo está pasando en el entramado literario/femenino/social, una tendencia tan silenciosa que ni las propias editoriales son capaces de discernir de qué va la cosa. Me viene a la mente un recuerdo potente de un mes de agosto en Gandía. Yo tendría trece años y acababa de descubrir en una vieja estantería las historias de Corín Tellado y de Carlos de Santander. Pudorosa, forraba las portadas con periódico o papel de envolver para poder leer en la playa esas tramas pasionales en las que una joven de boca pulposa perdía sus huesos por un tipo moreno y repeinado de voz angulosa. Aquello no solo me fascinó en aquel momento sino que abrió ante mi todo un mundo de posibilidades sentimentales. Ahora, veinte años después, las mujeres se pasean por parques y cafés mostrando sin problemas estas novelas en su versión mucho más obscena en las que los protagonistas tienen sexo salvaje, viven historias de dominación y se entregan a prácticas exóticas en plan animal llevados por una motivación estrictamente carnal. “Esto es otro de tipo liberación” –pienso. Pues la mujer ha pasado de vivir silenciosas fantasías en soledad a encontrar un refugio de lo sensual en las letras más calientes de manera pública y nada púdica. En un artículo reciente me entero de que la industria, presa de cierta locura, se ha puesto ha reeditar ciertos clásicos de esta literatura como “Emmanuelle”, de Sylvia Cristel, en el que una bella, joven y osada recién casada viaja a Bangkok para reunirse con un marido infiel, que la anima a adentrarse en los placeres de la carne más prohibidos protagonizando algunas escenas eróticamente memorables. Un homenaje a las bajas pulsiones hoy quizás desfasado ante nuevos y complejos argumentos que incluyen esposas, castigos, chaperos, mansiones lujosas, viudas lujuriosas, jovencitas ambiciosas, mensajes de móvil y sexo por ordenador. Yo, que me debato hace meses con el dilema de afrontar un proyecto literario más extenso, debo plantearme si seguir con la estela del momento o apostar por lo contrario y enfrascarme en una historia de carácter más conservador donde los protagonistas den rienda suelta a una historia de amor casta y virginal dejando lo sexual en un plano secundario. Esta misma semana leo un artículo sobre las nuevas tendencias de cama en el que varios periodistas confirman que la práctica que ahora triunfa entre parejas es el sexo blando o carezza, una versión light del asunto basada en besos, caricias y susurros de lo más decente en un retroceso a las prácticas adolescentes. Sea como sea me quedo con la idea de a que las damas les va la marcha y pierden la compostura cuando se trata de escoger material de lectura. Ahora solo me queda centrarme y conseguir canalizar mi creatividad hacia esa historia de argumento incierto a la que bien podría llamar “encaprichada con su criada” o “maduro disipado busca estar enamorado”. 

1 comentario:

  1. Me parece bien que la mujer libere, no sólo ese, si no cualquier tipo de sentimiento. Aunque seguramente esto sólo será una moda pasajera a la que algún editor avispado intenta sacarle partido. Ya se sabe, el exceso aburre.
    Saludos.

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